lunes, 7 de noviembre de 2011

Poemas de Tomás Segovia

Algo debe morir cuando algo nace


Algo debe morir cuando algo nace;
debe ser sofocado; y su sustancia
chupada para ser riego o lactancia
en que otro ser su urgencia satisface.


No habrá otra hora pues en que te abrace
mientras muerdo en la cándida abundancia
de tus dos pechos; no habrá ya otra instancia
en que tu cuerpo con mi cuerpo enlace;


no penetraré más en la garganta 
anfractuosa de tu sexo alpino.
Tú a otra luz amaneces; yo declino.


Mi degollado ardor tu altar levanta,
mi reprimida hambre te alimenta,
y el yermo de mi lecho te cimenta.


Desnuda aún, te habías levantado

Desnuda aún, te habías levantado
del lecho, y por los muslos te escurría,
viscoso y denso, tibio todavía,
mi semen de tu entrada derramado.

Encendida y dichosa, habías quedado
de pie en la media luz, y en tu sombría
silueta, bajo el sexo relucía
un brillo astral de mercurio exudado.

Miraba el tiempo absorto en el espejo
de aquel instante, una figura suya
definitiva y simple como un nombre:
mi semen en tus muslos, su reflejo
de lava mía en luz de luna tuya
alba geológica de mujer y hombre

Desmesura

Esta rauda luz blanca borra todo,
ofusca de evidencia,
¿Soportaremos, vacilantes, el embate
de la dicha impensable?

Pero pon, desmesura,
otra flecha en tu arco.

¿Quién pedirá razones del exceso
de tu lenguaje,
si no está para ser dicha y escuchada
tu palabra visible?

Nungún temor, desigual alegría,
te podemos hablar en pleno vuelo,
entreabrir el silencio
mostrar desnudo el pecho vulnerado.

Si calla tu hermosura
en que no hay ya expresión alguna
en toda la presencia,
tu golpe de marea
nos devuelve a la tierra,
tu luz no ha vaciado al mundo
pero digamos algo.

Tanto como un silencio pesa
cargada hasta la boca la palabra.

En las fuentes

Quién desteje el amor
Ése es quien me desteje
No es nadie
El amor se deshace solo
Como la trenza del río
   destrenzada en el mar
No estoy de amor tejido
Estoy tejido de tejerlo

De sacar de mis íngrimos telares
Este despótico trabajo
Eternamente abandonado
   el fleco que se aleja
A la disipación y su bostezo idiota
Y solo escapo de su horror
Recogiéndome todo sin recelo
En el lugar donde nace la trama

El quemado

De la mañana a la tarde
me consumes, sol; me secas
con tu gran ojo sin alma;
pero así la noche al fin
halla en mí el duro carbón
que no podrá disolver,
y al corazón seco vuelve,
sombría y fresca, la savia
que blanca le sorbió el día


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