martes, 28 de junio de 2011

Colaboradores de Literal recomiendan lecturas para este verano

Eduardo Halfon (Guatemala ) recomienda:

LA DESPEDIDA
Marcelo Birmajer
Editorial Norma, 2010


En la primera línea de la nueva novela de Marcelo Birmajer (Buenos Aires, 1966), un personaje neurótico, paranoico, desolado y solitario llamado Dreidel -- nombre significativo en hebreo--, descubre que su único amigo, Natalio Kler, ha muerto. Desde entonces Dreidel se obsesionará con descifrar una mueca extraña hecha por su amigo la última vez que se vieron, durante una cena, una mueca que se convertiría, sin ellos saberlo, en la despedida entre dos amigos. Con el humor y la ironía que caracterizan la obra de Birmajer (guionista de la espléndida película El abrazo partido), esta novela ágil y a la vez simbólica conduce inevitablemente hacia la profunda desorientación del hombre moderno: “No era la persona indicada para ser él mismo”, dice el narrador sobre Dreidel. “No era un alma en otro cuerpo, sino la persona incorrecta; no en tal o cual situación, sino la persona incorrecta a secas.”  


Sandra Lorenzano (México-Argentina) recomienda:
La escritura o la vida de Jorge Semprún

Es un libro excepcional. El cuidadoso trabajo que hace Semprún sobre la relación entre memoria individual y memoria social, a partir de su propia experiencia en Buchenwald, teje en filigrana alrededor del testimonio haciendo de la lengua un puro y conmovedor destello poético.Y si lo acompañan de un libro de poemas, quizás alguno de José Ángel Valente y su travesía por los territorios del silencio, habrán hecho uno de los mejores viajes que el verano puede regalarles.

Liliana Blum (México) recomienda:

Extremely Loud and Incredibly Close
De Jonathan Safran Foer.

No me atrevería a afirmar que es el mejor libro de este siglo, pero sí el mejor libro que yo he leído en los últimos años. Aborda los acontecimientos de 9/11 de una manera maravillosa, honesta y brutal. El niño Oskar, con sus preguntas googolpléxicas, sus inventos y ese sentirse entre "heavy boots" y "a 100 dollars", es el protagonista de esta historia que me hizo sonreír y al tiempo sentir el alma apretujada por el dolor. Safran Foer es genial.



Alberto Chimal (México) recomienda:

Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina de Liudmila Petrushévskaia (Atalanta, 2011).Es un libro con imaginación:  Es una colección de cuentos fantásticos, en los que la vida cotidiana siempre se convierte en otra cosa, más asombrosa o más terrible. Una maravilla, que dio a su autora (Liudmilla Petrushévskaia y nacida en Rusia en 1938) el Premio Mundial de Fantasía el año pasado.









Odette Alonso (Cuba-México) recomienda:

Daína Chaviano, La isla de los amores infinitos
(Grijalbo, 2006)

Es la más hermosa historia novelada de la nación cubana. En ella fantasía y realidad, fábula e historia, son dimensiones de la misma materia. La música es un personaje que sazona las tramas entretejidas y que parece dejarnos un mensaje final: que aquella tierra es una maldita bendición y que la vida es un bolero.

domingo, 26 de junio de 2011

Raimund Girke, The Forefront of Analytical Painting


 The Gallery Sonja Roesch  will host a special exhibition of paintings by Raimund Girke, 1930 – 2002, ‘Investigating White’.

Girke has been at the forefront of Analytical Painting. He participated at the 1977
Documenta VI in Kassel, Germany, and is known for his investigations of the color white.

In the late 1950’s Girke belonged to the generation of young European artists that overcome the Subjectivism of the Abstract Expressionism, and searched for new objective reductive expressions. Girke since then left out the traditional composition, and concentrated on putting the color in order according a line schedule. Indeed, he has taken the color and has written it onto the canvas. Many titles show these characteristics of his paintings. At the same time Girke reduced the colors from his paintings to a white accompanied with blue and brown tones. These formative qualities have always characterized his paintings.

In Raimund Girke’s paintings white is not a static thing, it is constantly moving and changing.  White is as elusive as it is beautiful.  White is emptiness, non-material, quietness, stillness.  It is subject and spirit of Raimund Girke’s paintings. Rather than being restricted by his monochromatic palette, he demonstrates it is an entire world in itself, which can be explored and expanded. In this infinite universe of complexity and subtlety, he searches for classical order. Girke explores white as a color and not as a concept. He continues the tradition of ‘Tafelmalerei’, a historical term for the Classical and Renaissance painters who were concerned with order, color and light.

These paintings demonstrate the fruitful results of his life-long passion for analyzing color layering, color movement and structure.  The dynamically arranged surfaces play with certain principles, such as parallel layers of color in individual strokes of paint and mesh-like serial structures. The disciplined serenity and material of the paint is evident.  He is an analytical painter in that his paintings are about the fundamental structures of color and light, as contained by the color white.  The color white flows in and out of his paintings, present but never determined.


sábado, 18 de junio de 2011

La gigantomaquia oficial. Entrevista con Carlos Monsivàis


En el año 2007,  Anadeli Bencomo entrevistó a Carlos Monsivàis para la revista Literal en una visita a la universidad de Houston organizada en su momento por la misma universidad además de Rice University y Literal. Para ver el formato original descarga el PDF aquí mismo y encontrarás la entrevista en la página 20.  

Anadeli Bencomo: Al abordar algunos de los temas de su libro Imágenes de la tradición viva (2006), usted se refirió a un episodio particular de la historia del arte mexicano, el momento de la inauguración del Museo Nacional de Antropología (1964). Según nos comentaba en su charla, este museo tiene un rol protagónico en la consolidación dentro del imaginario mexicano de aquello que se entiende como patrimonio cultural de la nación. Siguiendo esta línea de reflexión, quisiera preguntarle si cree usted en la idea del “Arte Mexicano”.

Carlos Monsiváis: No se puede creer en la idea del arte mexicano, simplemente porque el gentilicio no tiene mucho que ver en estos asuntos. Lo que sí creo es en la idea de un arte hecho en México, arte hecho fuera de México por mexicanos, arte que tiene que ver sobre todo con temas mexicanos y arte que una comunidad adopta como suyo por la temática, por la costumbre, o por la afición a lo que consideran les pertenece; pero arte mexicano no creo que exista pues sería como si las manos de la esencia pintaran, grabaran, dibujaran... Creo que lo que se vive, y muy fuertemente, es el modo en que la costumbre se transforma en sentimiento nacional en la manera de observar el arte.

AB: ¿Y dentro de esta transformación, qué rol juegan las políticas culturales?

CM: Juegan un rol definitivo. Por ejemplo, la importancia del muralismo estaba ya presente en la década de 1920 en los pleitos que provocaban sus artistas, en el rechazo que les tenían los conservadores; pero en el momento en que comienzan las grandes exposiciones internacionales, y cuando se inicia la idea de que Rivera, Siqueiros, Orozco, Tamayo, representan a México, en ese instante hay un cambio. La comunidad nacional (o como se le quiera llamar) descubre que le gustan estos artistas porque son mexicanos, no porque les guste necesariamente lo que pintan, y de tanto que les gusta lo que hacen porque son mexicanos, acaban aceptando que les gusta porque es arte, pero eso ya es un proceso más largo y difícil. Sin las políticas culturales del gobierno del PRI, mucho de lo que ahora se ha establecido no tendría lugar. Una gran ventaja de los gobiernos del Partido de Acción Nacional (PAN) es que no entienden nada de arte, no les interesa en lo más mínimo y, por tanto, no van a imponer ninguna línea; porque además el Nacionalismo ya pasó y entonces tendrían que –de pronto– patrocinar las instalaciones sobre el minimalismo, o lo que fuera, y eso les desconcierta porque ellos detestan sinceramente el arte. Entonces a lo que vamos es a un momento en el cual las políticas culturales van a oscilar entre el deseo de prohibición y el desconcierto ante lo que no entienden, pero ya pasó esa gran etapa en la cual toda una serie de pintores y de tendencias artísticas funcionaban porque detrás había un gobierno que los impulsaba.

AB: Sin embargo, a pesar de esta tendencia que usted reconoce en los gobiernos del PAN, durante el mandato de Vicente Fox se fragua el proyecto oficial de la megabiblioteca Vasconcelos en el DF mexicano. ¿Qué piensa usted de esta iniciativa: es un proyecto necesario o una empresa insensata?

CM: Lo de la megabiblioteca es lo típico de cada mandato mexicano, pues los gobiernos necesitan tener una obra monumental que los consagre y con la que uno los asocie: el Templo de Diana en Efesos... pero ellos no son paganos...; los jardines colgantes de Babilonia... exigiría una obra maestra de arquitectura para que esto sucediera; las pirámides de Egipto... no se puede porque ya no hay espacio en el DF y tendrían que expropiar demasiados terrenos lo que sería muy costoso... ¿Qué se les ocurre entonces? El Centro Nacional de las Artes, que es un desastre porque nunca se integró y simplemente son edificios coaligados por la imposibilidad de que éstos se escapen, que no han retenido un público ni creado una atmósfera distinta. ¿Qué se le ocurre a continuación a Vicente Fox o a quien se le haya ocurrido? Algo monumental y esto tiene que ver con la idea de una Megabiblioteca en la capital mexicana. Antes habían lanzado una campaña que se llamaba “México: un país de lectores” y fue muy interesante porque el día del lanzamiento llevaron a un futbolista, a una actriz de Televisa y a un periodista (ninguno de los tres muy calificados en cuanto a su afición a la lectura) para promover este proyecto liderado por Fox, quien como candidato le había dicho a un grupo de artistas y de intelectuales: “A diferencia de ustedes que se formaron leyendo libros, yo me formé viendo las nubes”. Entonces, en lugar de hacer lo que procedía, que era una nuboteca, se lanza (o lo convencen de que lo haga) a esta Megabiblioteca que ya desde el nombre era verdaderamente triste. Se le objeta que de lo que se trata es de fortalecer el sistema regional de bibliotecas y que ya existiendo toda la tecnología e informática, es absurdo levantar un mausoleo, que él no tiene que crear una biblioteca semejante a la de Harvard, ni nada por el estilo. Sin embargo, a Fox le da exactamente lo mismo que objeten o no porque, entre otras cosas, para él el libro es un objeto extraño que, como no tuvo lugar en su casa, no tuvo lugar en su imaginación. Se lanza así a algo despiadado en una zona de la ciudad que colinda con sectores absolutamente populares; con un presupuesto descomunal construyen una biblioteca que cuesta 2100 millones de pesos, lo cual es una cantidad desaforada. Se les olvida que está levantada sobre un manto freático, lo que va a dar por resultado una situación que para los libros es fatal. Luego construyen un jardín botánico que, con una generosidad que todavía me ruboriza, dicen que se va a ver bien dentro de cincuenta años. Este jardín también va a tener consecuencias dramáticas para los libros y luego tienen un acervo para esa megabiblioteca de trescientos mil libros, ninguno de los cuales se imprimió antes de 1980. Todo el proyecto es tan desaforado que me parece increíble, aunque la crítica no sirve para nada. Un problema de la crítica actual en el mundo entero es que da igual. La crítica ya forma parte del ruido lejano; la crítica no influye, no determina y, de tanto no determinar, se vuelve inaudible. Empiezan los problemas y, sobre todo, el año pasado se pierden treinta mil libros por el agua, se mojan irremediablemente pues los libros no están acostumbrados a nadar... Allí empieza el desastre hasta que recientemente tienen que cerrarla por otros numerosos problemas. Este proyecto está condenado desde el principio y yo creo que la humildad es lo que ya empieza a exigirse en proyectos culturales, ya pasó la era de la gigantomaquia pues sus proyectos no los permite ni la capacidad económica del estado, ni la necesidad de los ciudadanos que más que todo está centrada en ofertas al alcance.

AB: Dentro de este panorama de la gigantomaquia oficial y su grandilocuencia, surgen alternativas culturales como el recién inaugurado museo del Estanquillo, donde se exhiben muchas de las colecciones personales de Carlos Monsiváis. ¿Qué importancia tienen iniciativas como ésta? ¿Podríamos decir que hay detrás de estos proyectos una política cultural de distinta índole?

CM: Hay actualmente en México un espacio para museos alternativos que se está cumpliendo muy bien, pero esto se da fundamentalmente en la ciudad de México, con muy pocas excepciones de algunos lugares de la provincia. Habría que decir que este espacio alternativo tiene también algo que ver con la gigantomaquia a la que me refería anteriormente, pero de otra manera. El museo que nosotros intentamos (“El Estanquillo”), en cuya realización yo no tuve nada que ver, busca la recuperación de un pasado que está sustentado en el gusto, no en la historia, no en la sociología, y no en el deseo nacional. A mí me gustan los grabados del taller de la Gráfica Popular, me gustan los cómics, me gusta la lucha libre, me gustan las fotos, tanto de la calidad de Lola y Manuel Alvárez Bravo o Nacho López, como las fotos históricas, las fotos del cadáver de Zapata, pero todo tiene que ser vintage, si no no cumple las regulaciones de mis colecciones. Durante treinta y tantos años me dediqué a coleccionar y una noche me encontré en una cena con dos tipos, les conté de lo que estaba yo reuniendo y se ofrecieron a ayudarme y yo pensé, pues a lo mejor hablan en serio, ¿no? Uno era el jefe de gobierno de la ciudad, Andrés Manuel López Obrador y, el otro, era el empresario Carlos Slim. Los dos se pusieron de acuerdo y me ayudaron con el proyecto del museo. López Obrador nos dio un lugar portentoso, un edificio neoclásico, y Slim nos dio la renta de un lugar de discos que tiene para ayudarnos a pagar los salarios de los empleados del museo. Esto fue nuestro punto de partida. La idea de esta alternativa museográfica sí funciona, tal y como lo demuestra el hecho de que “El Estanquillo” se abrió hace cuatro meses y ya han asistido 65 mil personas, lo que es muchísimo para la ciudad de México. Y “El Estanquillo” no es el único museo en este sentido, hay un museo de la Historia de la Economía que está funcionando extraordinariamente; hay un lugar que se llama Estación Indianilla de arte nuevo, postmoderno, que también está funcionando óptimamente; lo cual demuestra que sí hay un público para este tipo de museos menos tradicionales. Sin embargo, el museo por excelencia en la ciudad de México sigue siendo el Museo de Antropología porque ésa es la formación en una idea si se quiere sesgada, de una vertiente histórica de la tradición y el patrimonio nacional. El siguiente museo en orden de importancia es el de Frida Kahlo, lo cual responde a todas las explicaciones que ustedes quieran, una gran pintora, una mujer que sufre, una feminista en la actitud. El tercer museo en materia de visitantes es el Museo Nacional de Arte y luego estamos nosotros, lo que es muchísimo. El caso es que entre el Museo de Antropología, el Frida Kahlo y el Nacional y el resto de los museos del DF hay un salto histórico; pero lo que demuestra el ejemplo de “El Estanquillo” es que sí hay espacio para lugares que visiten los jóvenes. Como hay en “El Estanquillo” una reconstrucción del gusto mexicano, eso ha llamado la atención. Ahora va a haber diez exposiciones itinerantes porque el acervo es de 15 mil piezas y están expuestas 480, entonces se trata de que haya exposiciones itinerantes de José Guadalupe Posada, de Miguel Covarrubias, de Diego y Frida –en un nivel menor– pues se trata primordialmente de representaciones de ambos personajes. Sin embargo, este ejemplo no nos habla tanto de una política cultural, como de un deseo de mostrar que el gusto tiene maneras de imponerse sobre el gran presupuesto. Un gusto que requiere una inversión mínima pues es un gusto popular, pero no en el sentido de lo opuesto al Arte con mayúscula, pues lo que yo quería proponer para el museo era una mezcla de alta cultura y cultura popular, no para contraponerlas, sino para mostrar cómo van integradas dentro de un gusto popular, pues el aprecio a lo que a uno lo rodea es lo que descubre su calidad artística.

viernes, 17 de junio de 2011

Entre mariposas amarillas y avispas

Por Héctor Iván González     
       
La primera vez que me planteé escribir estas líneas fue durante la lectura de El corazón de las tinieblas (1902), de Joseph Conrad. Porque, mientras presenciaba ese despliegue de madurez intelectual, la maestría de los recursos narrativos, al mismo tiempo que sentía una prosa a la que se le puede calificar de perfecta, me daba cuenta de que lo hecho por Conrad era similar a dejar un boquete en la capa de ozono. Incluso, me obligaba a cuestionarme si los autores que inauguran este siglo han podido igualar o superar lo que estaba frente a mis ojos. La respuesta era un No definitivo. Quizá porque ese libro está compuesto por los elementos más ambiciosos, más auténticos, que alguien pudiese concebir. Y, simultáneamente, no dejaba de buscar un autor que hubiera hecho algo similar en los últimos años sin sentir que sería vana la búsqueda, porque ni siquiera aquellos investidos con las casullas que los distinguen como los escritores más dotados han penetrado tan hondo en los horrores del colonialismo o en la psique del hombre moderno.

         Como por un acto reflejo pensé en las obras que dieron una pelea tan  importante durante el siglo XX, en nuestro idioma y en nuestro continente, que sintetizaran cuestiones reales con una escritura impecable, y pensé que tendría que ser en ese espacio entre los años 50 y 70 donde podría encontrar obras que fueran nuestros “boquetes en la capa de ozono”, obras que marcaron un referente para todos aquéllos que tengan una relación con la novela. Surgieron algunos títulos como Pedro Páramo, esa síntesis de tantas literaturas que dialogan con los muertos; Paradiso, la más poética (y la más poema) de todas; Cien años de soledad, una torre babélica anclada en el centro de la América exuberante; Conversación en la Catedral con sus escaleras escherianas que obligan al lector a ir construyendo en la mente la trama con historias simultáneas; Rayuela, aquella educación sentimental con párrafos de deslumbrante barroquismo, de la cual reniegan algunos pero que goza de una solidez que no tienen las novelas más recientes; La muerte de Artemio Cruz, esa gran historia que vive a la sombra de novelas menores, y pensé en la obra entera de Juan Carlos Onetti, la cual en sí misma es un mundo total y absoluto comparable a La guerra y la paz, pero que –debido a ser escrita por un peatón, y no por un noble– fue suministrada en varios y separados tomos. Preferí pensar en obras, y no en personalidades, y así lo hacía porque desde el punto de vista que me interesaba los nombres estorbaban. Creo que es mejor buscar libros clásicos, no autores. Si, como se sabe, fue Aulio Gelio quien utilizó este término por primera vez para distinguir entre los scriptor classicus de los scriptor proletarius, es decir los que podían funcionar como modelos de conducta y de formación de aquellos que no tenían ese mismo fundamento y que sólo servían para divertir; a mí me serviría el término solamente a medias, como modelo, pero sobre todo desde la posibilidad y materialización de una obra a todas luces válida en el rostro más joven del mundo. ¿Es que a estas alturas podemos concebir un canon latinoamericano? Y de ser posible, ¿qué relación tendría con las obras actuales? ¿Podríamos decir lo mismo de éste de lo que se percibe en la obra de Conrad? Para responder tendríamos que empezar por valorar el peso real de algunas de las obras antes mencionadas y ver si es tan fácil pasarlas al sesgo como algunos autores han intentado.

Principalmente, sería interesante situarlas en una teoría crítica de origen científico que introdujo T. S. Eliot[1] al orden literario. Esta teoría consiste en señalar el momento histórico en que aparecieron las obras, qué era lo que sucedía en la novela latinoamericana antes de la aparición de éstas, de qué manera estas nuevas y diversas formas de concebir la literatura alteraron y obligaron a revalorizar el panorama y los elementos que los precedían. Para empezar podemos reconocer que había una novela histórica de la revolución que buscaba, más que recrear los momentos, crear una postura simplista para un fenómeno complejísimo, una postura nacionalista, propia del discurso oficial y simpatizante de una dependencia, en el uso del lenguaje, a lo más castizo y ‘correcto’ de la lengua; lo mismo que podríamos señalar en el costumbrismo cuyo ‘color local’ se retrataba hasta en las piedras y en el viento, donde los personajes no eran más que muñecos que el escritor manipulaba a su guisa. Cuyas escenas querían retratar el mundo que los rodeaba a la manera de un paisajista y no filmar a la manera de un arriesgado director de cine. Pero sobre todo, se trataba de una literatura de moraleja, de ejemplificación para portarse mejor, ser buen hijo o buen ciudadano, no para inquietarse ni para reparar en lo incógnito. Con buenas intenciones, los novelistas del siglo XX estaban llevando la literatura directamente al infierno del provincianismo; parafraseando a Monsiváis[2], había una crisis característica de falsa abundancia: se escribía mucho y se escribía muy mal en nuestra literatura. Por lo cual los jóvenes de esa época buscaron la literatura europea como una apertura: “Leíamos la nueva novela de Graham Green, la última novela de François Mauriac, de Pearl Buck o de Hemingway, pero estábamos de espalda a nuestra realidad”, dijo Cortázar[3] en España, se abocaron a conocer lenguas y traducían con arrojos temerarios. Es decir, ese grupo de jóvenes escritores, en el momento que les tocó hacer lo suyo, buscó nuevas temáticas, una subversión de las formas verbales, pero sobre todo fijó su atención en algo imprescindible, la técnica:

Esto coincidía con mi determinación de aprender a construir una estructura al mismo tiempo verosímil y fantástica, pero sin resquicios. Con modelos perfectos y esquivos, como Edipo rey, de Sófocles, cuyo protagonista investiga el asesinato de su padre y termina por descubrir que él mismo es el asesino; como “La pata del mono”, de W.W. Jacob, que es el cuento perfecto, donde todo cuanto sucede es casual; como Bola de sebo, de Maupassant, y tantos otros pecadores grandes a quienes Dios tenga en su reino.[4]

Por otro lado, era un grupo de autores que, contrario a los antiguos funcionarios que hacían literatura al mismo tiempo que despachaban decretos, tenían que ganarse la vida con su trabajo, ya fuese en el periodismo, la traducción, la docencia, la locución, y que además lo hacían desde un exilio al que los obligaba una plaga de dictadores en América Latina. Es decir, en el momento que se experimentaban una serie de coerciones políticas, la literatura fue la válvula de escape para la creación que ripostaba contra éstas y sus efectos perniciosos. En lo cual podemos ver un símbolo de rebeldía que devino en una examinación sistemática de la realidad que quería imponer el poder, una incorporación del lenguaje a los métodos creativos que liberaba la lengua de las prescripciones y amonestaciones españolas, y que interiorizaba una perspectiva universal de la concepción del arte como valor inalienable de los que estén dispuestos a dar la cara por él, ya no de las empresas “civilizatorias” o de arte sacramental. También, debido a la frecuencia de autores que realizaban una tarea parecida, v. gr. los autores de la “Generación perdida” de EU, estos escritores lograron asumir el –actualmente temido– compromiso estético-político:

Me formé dentro de la nueva novela, cuyos faros principales eran Hemingway y Faulkner, pero había muchos Steinbeck, Dos Passos, Lewis, y la diferencia era que nos metíamos a estudiar en serio cómo eran estas cosas. Y ahí descubrí yo que había una gran afinidad entre los novelistas del sur de los EU y la realidad que yo había conocido en Aracataca; por una razón sencilla: es que Aracataca era un pueblo bananero, y había sido construido por la United Fruit Company, y los campamentos que ellos hacían se parecían mucho a los campamentos del sur de los EU. Entonces, esto que me asombraba y me conmovía de Faulkner, por ejemplo, no sé si era por lo que me estaba contando, él de su tierra, o por la identificación que encontraba yo con Aracataca y con mi infancia. […] Las lecturas de los norteamericanos me sirvieron para descubrir eso, pero yo descubrí que ya lo traía dentro: fue donde agarré el verdadero camino.[5]

         En suma, creo que este amasijo de elementos literarios y estéticos no se han repetido en la literatura de nuestros días, aunque ése no sea el problema sino que la coyuntura ha hecho que la literatura se encuentre en el binomio de la novela histórica o del narco, con lo cual ha quedado ceñida a lo más provinciano que se pueda concebir; o, en su otra vertiente provinciana, la literatura europea desde México, cuyo resultado evidente es el decir poco de ellos y poco de nosotros. Sin embargo, al parecer no todo está perdido, pues hay algunos autores que ya han hecho, a contra corriente de estas inercias, su propio “boquete” y que podrían reconocerse como uno de los herederos seguros de esta generación por volverse a plantear un diálogo con los artistas más señeros, como con Guimarães Rosa o Carlo Emilio Gadda, y que bien podríamos encontrar en la figura de Daniel Sada y su Porque parece mentir la verdad nunca se sabe (1999).






[1] T. S. Eliot, Lo clásico y el talento individual, trad. Pura López Colomé y Juan Carlos Rodríguez, México: UNAM, Pequeños grandes ensayos, 2004.
[2] Presentación al C.D. Julio Cortázar en Voz Viva de América Latina, México: UNAM, 1997, p. 12.
[3] Entrevista a Julio Cortázar por Joaquín Serrano. http://www.youtube.com/watch?v=Dgfr5k9dzfw
[4] Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, México: Diana, 2002, pp. 321, 322.
[5] Entrevista a Gabriel García Márquez. http://www.youtube.com/watch?v=h7FU5j7Wwgk&feature=related