Para conmemorar el Centenario de la Universidad Nacional,
Thomas Glassford ha realizado una instalación in situ que utiliza como soporte la torre del Centro Cultural Universitario Tlatelolco –un hito modernista diseñado por Pedro Ramírez Vásquez para albergar a la Secretaría de Relaciones Exteriores– a un costado de la histórica Plaza de las Tres Culturas, donde tuvo lugar la matanza de manifestantes pacíficos unas semanas antes de iniciarse las Olimpiadas de México en 1968.
Una red intrigante, relativamente invisible durante el día, se enciende como llamas por la noche transformándose en un patrón lumínico tan complejo como la misma historia del sitio. La intervención arquitectónica de Glassford, técnica y visualmente intrincada, cubre las cuatro fachadas del edificio con un velo de diodos emisores de luz rojos y azules. La geometría de la retícula parte de la fascinación del artista por las presunciones culturales acerca de nuevos descubrimientos: formaciones de cuasi-cristales y mosaicos a-periódicos, configuraciones que por definición carecen de simetría traslacional. “Descubiertas” recientemente por científicos occidentales – inicialmente como un enigma matemático– las formaciones de cuasi-cristales se han encontrado en la naturaleza como estructuras subatómicas cristalinas. Después de este hallazgo, un estudiante de física haciendo su doctorado en Harvard fue capaz de reconocer dicho patrón en la arquitectura persa del siglo XV mientras realizaba un viaje en el Irán actual. Su presencia en la arquitectura medieval no sólo dejó perpleja a la comunidad científica, sino que se consideró imposible. La celebración del triunfo de los logros de una cultura sobre la otra es interminable y puede ser entendida como una poética paralela al sitio de la instalación de Glassford, misma que se sitúa en un paisaje urbano cíclicamente definido y profanado por las presunciones de civilizaciones sucesivas. En Tlatelolco convergen los restos de uno de los más importantes conjuntos arqueológicos del Valle de México –el antiguo centro administrativo de más de veinte barrios– y la iglesia virreinal de Santiago Apóstol construida a partir de los escombros de templos aztecas saqueados. También es ahí dónde se encuentra el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco –primer crucero cultural del Nuevo Mundo.
Acertadamente, con el título de la obra, Glassford decide venerar al dios azteca o mexica, Xipe Tótec. También llamado “Nuestro Señor el Desollado” o el “Bebedor Nocturno”. Xipe Tótec se excorió para alimentar a la humanidad, un acto que refleja el desprendimiento de la capa externa de la semilla del maíz antes de su germinación, un acto de rejuvenecimiento. En el mundo azteca, los sacerdotes se ataviaban de las pieles de los guerreros derrotados como un símbolo de renacimiento, de salud y de vida. De la misma forma,
Tlatelolco se viste con una nueva piel cuyo sistema capilar resplandece para conmemorar una nueva vida como centro cultural, un faro visible desde cualquier punto estratégico del Valle de México.
Puedes obtener más información sobre el artista en Sicardi Gallery
http://trizaleja.blogspot.com/2010/11/xipetotec.html
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