Por Jaime Perales ContrerasRenfield: "Aren't you drinking?"
Count Dracula: "I never drink wine”. A fines de la década de los cincuenta, el productor y actor mexicano Abel Salazar buscaba desesperadamente al protagonista principal para hacer su película
El vampiro (1957), una lectura mexicana de la novela de Bram Stoker, Drácula. Salazar, cuando fue a ver un espectáculo en el teatro Blanquita, en la ciudad de México, se encontró, dentro de una de las rutinas de la función de este legendario teatro de revista, a un joven alto, delgado y serio, de origen asturiano, de apenas 27 años, llamado Germán Robles. Salazar, cuando lo vio actuando, se dijo a sí mismo ¡Por fin he encontrado a mi vampiro! El actor español realizó una memorable interpretación cinematográfica de la novela de Stoker. Robles personificó al Conde Duval, un excéntrico y desvelado personaje, que acostumbraba a caminar de noche y que tenía entre sus hobbies dormir en un ataúd y morder mortalmente la yugular de sus víctimas. El aspecto lúgubre, ambientado en un oscuro pueblo de la provincia mexicana, hizo que un año después se realizara una secuela llamada
El ataúd del vampiro (1958), que tuvo igual de éxito que la primera. A pesar del escaso presupuesto que se tuvo para una película de este género, es, probablemente, una de las mejores representantes del cine de horror mexicano. De hecho, se ha comentado la similitud en actuaciones, y de apariencia física, que existe entre Germán Robles y Christopher Lee, el actor inglés que personificó Drácula (1958), en diversas ocasiones, para la productora británica Hammer durante casi una década. Sin embargo, la influencia en la actuación de Lee en la de Germán Robles en
El vampiro, es absurda, ya que la película mexicana se hizo un año antes que Drácula.
Con el reciente éxito que han tenido las películas y novelas de vampiros en Estados Unidos, como
Twilight, de Stephen Meyer, que ha vendido 42 millones de copias, desde el 2005 y su primera adaptación de esta trilogía que recaudó ciento setenta y siete millones de dólares en las primeras siete semanas de su estreno, y de la innumerable cantidad de directores famosos que se han ocupado de la novela de Stoker, como Tod Browning, Roman Polanski, Andy Wharhol, Werner Herzog y Francis Ford Coppola, uno se pregunta si pueden coexistir vampiros latinoamericanos en un género literario que se originó en la Europa del siglo XIX. La respuesta es evidente. Se han realizado diversas películas sobre el género en el que algunas, es verdad, no han sido muy buenas, pero que otras pueden portar el estandarte de filmes de culto.
La primera ocasión en que se escucha al Conde Drácula hablar el idioma de Cervantes fue en 1931, cuando se filmó la versión al castellano de Drácula al mismo tiempo que se realizó la famosa versión de Tod Browning, que lanzó al estrellato al actor húngaro Bela Lugosi. Mientras se realizaba en el día la versión en inglés, en la noche, en los mismos estudios, se filmó la adaptación en español. La película trató de ser una copia exacta a la original, como se acostumbraba en aquella época para filmes de Hollywood muy exitosos. Incluso, el actor cordobés que lo personificó, Carlos Villarias, era físicamente similar a Lugosi y se le aconsejó que hiciera los mismos movimientos de capote que su colega húngaro. La versión en inglés no se distribuyó comercialmente en los mercados hispanos y, hasta muy recientemente, sólo se podía ver en cine clubs, en televisión o en video. Técnicamente, para muchos, la adaptación castellana, es mucho mejor que la de Browning. Esta joya, a diferencia de decenas de películas de la época que se perdieron, o fueron destruidas por el tiempo, se encontró la única copia almacenada en la filmoteca de la Habana y se puede ver todavía con agrado. Aunque, no sería, años después, con
El vampiro, que se realizarían filmes con un sabor más latinoamericano del célebre personaje de Bram Stoker.
Después del éxito de
El vampiro y de
El ataúd del vampiro, el mismo Abel Salazar realizó otra película del género sin ninguna relación con sus dos predecesoras, titulada,
El mundo de los vampiros (1960). La película presentó la clásica venganza que se da entre un vampiro contra uno de los descendientes que le dio muerte. Una novedad poco vista en esa época es que el héroe es mordido por una de estas criaturas y, por ello, paulatinamente, vemos, durante el desarrollo de la película, su lenta transformación. Lo interesante es que el protagonista se encuentra en la duda moral de corromperse, y matar para sobrevivir, o de dar fin a su vida. Esta idea cinematográfica de vampiros benignos más tarde se explotaría en películas norteamericanas sobre el género como
The Lost Boys (1983), en la serie de televisión
Forever Knight (1992) o en la reciente
True Blood (2008) de HBO. Sin embargo, muy probablemente la primera ocasión en que se plantea este dilema fue en esta modesta película mexicana realizada hace más de cincuenta años.
Otra película interesante del género fue
La invasión de los vampiros (1963). El filme tiene un aspecto original, el vampiro que aterroriza a un pueblo mexicano del siglo XIX es asesinado por uno de lo lugareños. Cuando el varón Frankenhousen, muere por una estaca, todo los cientos de sus víctimas regresan a la vida en forma de vampiros humanos y, de pronto, el pueblo enfrenta una amenaza peor que la anterior. La banda sonora, realizada por el compositor Luis Hernández Bretón, influyó para que se diera el carácter lúgubre de la cinta. Los constantes sonidos laminares de tipo experimental, recuerdan lo que posteriormente sería la audaz música del polaco Krzysztof Penderecki en
The Exorcist (1973) o de Jerry Goldsmith, en
Planet of the Apes (1968). A pesar de su poco presupuesto, no es descabellado preguntarse si esta película influyó para que se hiciera el filme producido por los estudios de horror británicos Hammer tres años después, titulado
The Plague of the Zombies (1966).
Otra película divertida de la época, fiel al género, fue la protagonizada por Rodolfo Guzmán Huerta, mejor conocido como
El Santo. En
Santo contra las mujeres vampiro (1962), el superhéroe mexicano se debate a muerte contra una tropa de bellas y diabólicas damiselas. Este filme, curiosamente, ganó un premio en un festival de cine fantástico en París, y, por ello se empezó a extender su popularidad; fue, además, un éxito inmediato de taquilla y una de las únicas películas de este luchador que se dobló al inglés. Años más tarde, el filme se comentó satíricamente en el programa
Mistery Science Theater 3000, lo que hizo que su popularidad aumentara y que se generaran nuevos aficionados al Santo.
La película se ha mostrado regularmente en festivales, como es el caso del de cine fantástico en Málaga, España. Asimismo, Cuba, en coproducción con España y la República Democrática Alemana, también se animó a filmar una simpática película de dibujos animados llamada
Vampiros en la Habana (1985). La película trata de una conspiración, por apoderarse de una fórmula que les permite a los vampiros humanos resistir el sol. Este filme cubano, por cierto, fue seleccionado entre las 30 mejores películas de animación por el Consejo Cultural del Instituto de Cine.
El cineasta Guillermo del Toro ha sido uno de los defensores latinoamericanos más entusiastas del género. Su opera prima,
Cronos (1993), relata la historia de un parásito vampírico que habita en un escarabajo metálico, hecho por un alquimista medieval. El parásito al encajar la aguja en la piel de la persona, le da el atributo de la juventud. Sin embargo, a su vez, descubrimos que no hay nada que se otorga gratuitamente, ya que convierte a la víctima en un vampiro humano que tiene la necesidad de saciar su sed alimentándose de sangre fresca. El mito de Fausto, mezclado con la tradición del género gótico, se engarza en esta interesante historia.
América Latina ha tenido sus ojos atentos al género de vampiros. Es verdad que, en la mayoría de las ocasiones, los filmes se han hecho con poco presupuesto (casi todas han sido tipo B) y con efectos especiales que a veces nos producen una sonrisa. Sin embargo, varios argumentos tienen un ingenio similar a la de las grandes producciones cinematográficas. Y, esto, sobre todo, es, ultimadamente, lo más importante, y lo que hace a una película memorable. Hace algunos años, a Ray Bradbury se le preguntó su opinión sobre el potencial desplazamiento de los efectos especiales sobre una buena historia. Bradbury contestó que no había tal desplazamiento. Los efectos especiales eran, para el novelista, una novedad técnica complementaria y concluyó: ¿De qué sirve lanzar fuegos artificiales sin dirección, ni rumbo, en un cielo completamente vacío? El efecto es instantáneo, como espectacular, que, a los pocos minutos, se olvida. Así ocurre con los filmes con efectos especiales que carecen de un buen argumento. Y Ray Bradbury, como se puede ver con algunos filmes en la actualidad, tenía razón.
Jaime Perales Contreras es colaborador de
Literal, Latin American Voices
el reciente fenomeno del cine de vampiros en los estados unidos y su exito tiene que ver con la situacion que sus ciudadanos estan viviendo. Las familias han expresado que el govierno les ha chupado la sangre cuando el apoyo economico que se les dio a los bancos ha salido de sus propios bolsillos
ResponderEliminar¡Tan populares y explotados los Vampiros! Crepúsculo, con esta Saga vinieron a arruinar todo lo magnifico de los Vampiros, es una propuestas de suspenso barato. Aunque los personajes masculinos son muy guapos, eso que ni qué.
ResponderEliminar