Es el turno de platicar con David Ortiz Celestino, el talentoso editor de la revista Los perros del alba
RMS: ¿Qué significa editar en México cuando las estadísticas no reportan un alto índice de lectura en nuestro país?
David Ortiz Celestino: El asunto de editar, de realizar búsquedas de autores, de intentar conseguir patrocinios para subsistir (o resisitir) se ve siempre compensada cuando uno descubre que en nuestro país, quizá hoy más que nunca, hay una proliferación de grandes escritores, de autores muy bien logrados que indudablemente son pretexto suficiente para hacer leer a casi cualquier persona. Aún más gratificante es ver que la literatura -que es el asunto que a mí me interesa- se ha descentralizado de una forma bárbara. Hoy en día no es imperativo categórico ir a la Ciudad de México para saber qué se está haciendo en el país. Sólo es cuestión de echar un vistazo a los demás Estados para convencerse que la la buena literatura no tiene denominación de origen, sino que afortunadamente está acusando muy buena salud en general. En México, el porcentaje de lectura ha tenido un nivel históricamente bajo, sin embargo, pienso que es difícil que disminuya, por el contrario, hay más probabilidad que vaya a la alza ahora que existen medios sumamente eficientes para difundirla. Los instrumentos ahí están, sólo es cuestión de que el editor ponga en juego sus talentos y haga las cosas pertinentes.
RMS: Se dice que las editoriales independientes somos el espacio vital de las letras mexicanas, pero a la vez la labor del editor es muy poco reconocida. ¿A qué atribuyes esta disparidad entre el esfuerzo invertido y la poca retribución que se recibe?
DOC: Posiblemente esta disparidad que señalas sea consecuencia natural de que quien importa al lector es el autor, pues es el visible. La mejor retribución que pueda recibir el editor (además de la económica, por supuesto) es hacer que el o los autores a quienes publica (promociona, si lo vemos desde un aspecto pragmático) sean leídos. La fama, el reconocimiento de un autor, sin duda vienen aparejados con la calidad y el compromiso de su editor y todo el dispositivo que éste hace girar en torno a la producción editorial. Cuando hay fallas en el libro es cuando el editor sale a la luz. El que no se hable o se haga referencia al editor es señal o de que las cosas se hicieron bien o que en definitiva el libro o la revista no valieron la pena. De esos últimos aspectos, a juicio personal, es de los que más deberíamos preocuparnos.
RMS: ¿Cuál es tu perspectiva con respecto a los e-books y el internet? Cómo crees que éstos afecten tu labor como editor?
DOC: Afectan, sí, pero en un sentido positivo. Pienso que si los jóvenes y adolescentes -los más familiarizados con las nuevas tecnologías- logran leer un libro completo en su e-book, aunque sea por novedad, siempre será un gran logro para cualquier editor. El e-book, pese a su alto precio, puede ser de suma utilidad, pues tiene la posibilidad de cargar en él un sinnúmero de libros electrónicos o de archivos que de otra forma sería imposible trasladar. En cuanto a internet pienso que es una herramienta de trabajo ahora insoslayable. Como editor, como gestor y como visor del quehacer literario, tanto los blogs, los podcast, las páginas electrónicas y el Facebook se convierten en una gran ayuda para conocer a los autores que publican así como establecer el contacto, ubicarlos y saber qué escriben. Es difícil prescindir de ellos, sobre todo si tu trabajo depende de establecer lazos profesionales con autores de otros estados y países e investigar qué están aportando a la cultura. Aunque también, y como todo, tiene sus bemoles. Si bien la literatura nacional tiene a muchos y muy buenos autores, también hay una proliferación escandalosa de gente que tiende a escribir de forma indiscriminada textos bastante desafortunados y los sube a sus páginas personales o colectivas, logrando con ello un cúmulo de información que vuelve complicada -que no imposible, aunque casi- la labor editorial. Ahí es donde inicia nuestra verdadero trabajo como editor, que es el de leer, separar, dictaminar y seleccionar, de entre todo, lo bueno y lo mejor
RMS:¿Crees que la web logre desplazar a los libros y las revistas físicas?
DOC: Creo que es un proceso "natural", pero el papel no desaparecerá del todo. La disminución de éste sin duda será de gran ayuda, pues bajará la deforestación indiscriminada y todos los males que conlleva.
Viéndolo del lado más romántico, pienso que siempre existirá esa necesidad sinestésica de tener el libro en físico, de leerlo, de olerlo, de tocarlo, de hojearlo, de manipularlo, de incluirlo como compañero de viaje, de recurrir a él sin el miedo de que se le acabe la batería o se raye la pantalla o que se caiga al piso y ya no sirva. Pienso que nadie está dispuesto a prescindir de este tipo de estímulos.
Todo cambia
Hace 7 años