sábado, 30 de abril de 2011

Discurso de Ernesto Sábato al recibir el Premio Cervantes



Es el más alto honor de mi vida recibir el Premio Miguel de Cervantes, doblemente honroso por serme entregado de las manos de un hombre que los partidarios de la libertad admiramos y respetamos: Su Majestad don Juan Carlos I, rey de España.

Con su lucidez y su indomable energía, Isabel la Católica quiso que el habla de Castilla, ya consolidada, se convirtiese en el idioma de los vastos territorios que soñaba, en el convencimiento de que sólo la religión y el lenguaje pueden aligar pueblos diferentes. Nebrija, a su lado, trató de fijarla para siempre, porque la lengua castellana estaba "ya tanto en la cumbre, que más se pudiera temer el descendimiento de ella que esperar su subida". El intento era políticamente comprensible, pero los idiomas terminan por rechazar todas las imposiciones, también las imperiales. Y, así, el castellano siguió cambiando, pues, como señaló Wilhelm von Humboldt, una lengua no es un producto cristalizado sino energía en perpetua transformación.De este modo, la vida y sus vicisitudes fueron enriqueciendo y alterando el castellano, tanto en la metrópoli como, a través de descomunales selvas y cordilleras, en el Nuevo Mundo; probando en semejante epopeya su formidable vigor y su invencible resistencia, manteniéndose siempre una en las mutaciones, según esa dialéctica entre la tradición y la renovación que rige los grandes fenómenos culturales.

Conmovedor destino el de este idioma en sus mil años, y revelador del misterio de la Conquista.Porque si únicamente fuera cierto lo que cuenta la Leyenda Negra, los descendientes de las razas subyugadas deberían manifestar hoy su resentimiento. Y no. Dos de los más grandes poetas de nuestro tiempo, Rubén Darío y César Vallejo, con sangre india en sus venas, no sólo escribieron en la lengua de los conquistadores, sino que cantaron a España en poemas memorables. Ésta es la prueba, a través de los significados pero infalibles signos del lenguaje, de que la Conquista fue algo infinitamente más complejo que lo transmitido por aquella leyenda: fue un profundísimo fenómeno que después de medio milenio convirtió en una unidad espiritual a una veintena de naciones de diferentes razas. ¿Cuántos y cuáles imperios produjeron semejante prodigio?

Por este intrincado camino, Cervantes es el antepasado de todos los que hoy escribimos en castellano, sea en España como en las remotas tierras que alguna vez integraron el vasto imperio. Cuando admirables exégetas han indagado El Quijote -uno de los cuales me honra con su amistad y su presencia-, puede parecer un atrevimiento que yo, sin más títulos que el de escritor, pretenda aportar algo a todo lo que se ha dicho. Si lo hago es porque este premio que se me concede lleva el nombre de Cervantes y porque únicamente me referiré al enigma de la ficción; y cada novelista, por modesto que sea, ha tenido la vivencia de ese enigma y puede, quizá, contribuir a desentrañarlo.

Supo Cervantes que escribía una obra trascendente? No, por cierto, cuando comenzó a hacerla. Un ingeniero sabe de antemano lo que llegará a ser el puente que ha calculado en sus planos; pero no se puede calcular una gran ficción, porque no se construye únicamente con las razones de la cabeza, esas que sirven para demostrar teoremas, sino también -y sobre todo- con lo que Pascal llamaba "les raisons du coeur", las incomprensibles y contradictorias verdades del corazón. Dostoievski se propuso escribir un folleto sobre el problema del alcoholismo en Rusia y le salió Crimen y castigo. Cervantes quiso escribir una regocijante parodia de las novelas de caballería y terminó creando una de las más conmovedoras parábolas de la existencia, un patético y melancólico testimonio de la condición humana, un ambiguo mito sobre el choque de las ilusiones con la realidad y de la esencial frustración a que ese choque conduce. Esto no lo sabía al comenzar su empresa, no lo podía saber ni aun con su prodigiosa inteligencia, porque el corazón es inconmensurable con la cabeza: lo fue sabiendo a medida que avanzaba, según los acontecimientos imprevistos y los actores, que iban mucho más allá o en diferentes direcciones de lo preconcebido. Y quizá no lo supo nunca del todo, ni siquiera después de haber dado cima a la gran aventura, como nunca podemos descifrar acabadamente el significado de nuestros propios sueños; porque todas las explicaciones que la razón intenta son impotentes, porque el sueño es irreductible a los puros conceptos, porque el sueño es una ontofanía, una revelación de esa oscura realidad del inconsciente en la única forma en que puede expresarse. De ahí todas las interpretaciones que se dan de un mismo sueño, según la época y las teorías que se utilicen; y de ahí, y por los mismos motivos, las diversas y hasta encontradas lecturas de una ficción profunda como la de El Quijote. Si no fuera más que una sátira de la novela de caballería, no habría perdurado cuando esas narraciones estaban olvidadas y carecían de la menor vigencia. Y tampoco se explicaría por qué esa presunta sátira, además de hacernos reír, nos anuda la garganta. Todos comprendemos que sus aventuras son grotescas y, al mismo tiempo, intuimos que algo tan visible como los molinos de viento constituyen un revelador mito de la condición humana. ¿Qué es, entonces, El Quijote: una simple burla o un símbolo inacabable?

Los personajes protagónicos de una gran ficción son emanaciones, hipóstasis del yo más recóndito del escritor y por eso son inesperados y toman por caminos que el creador no había previsto, o cambian sus atributos según se desarrollan, atributos que van descubriéndose por los actos que ejecutan, a medida que la acción avanza. Nada más sensato que Don Quijote cuando da consejos a Sancho para gobernar la ínsula, y nada más quijotesco que Sancho cuando cree en esa ínsula. El escritor experimentado sabe que este fenómeno es inevitable y que debe ser modestamente acatado, porque es lo que asegura la uténtica vida de sus criaturas. No debe suponerse que por tener existencia en el papel y por ser inventados por el autor carecen de libre albedrío, son títeres con los que el escritor puede hacer lo que quiera. Por el contrario, el artista se siente frente a su propio personaje tan intrigado como ante un ser de carne y hueso, un ser que tiene su propia voluntad y realiza sus propios proyectos. Lo curioso, lo antológicamente motivo de asombro, es que ese personaje es una prolongación del creador, sucediendo como si una parte de su ser fuera testigo de la otra parte, y testigo impotente. Por esto, que a primera vista nos asombra, se comprende cuando tenemos en cuenta que esa emanación no es el resultado de la razón del autor y de su voluntad, sino de motivaciones de su yo más enigmático. Así, también pasa con nuestros sueños, esas ficciones de las que cada uno de nosotros somos autores, como personajes que no han salido, que no podrían haber salido, más que de nosotros mismos y que, no obstante, son de pronto tan desconocidos que hasta nos aterran.

Esta característica de las grandes ficciones es, precisamente, la que las convierte en grandes verdades. De un sueño se puede decir cualquier cosa, menos que sea una mentira.No sabemos, difícilmente alcanzamos a entender el significado último de ese portentoso fenómeno, pero sin duda es la expresión auténtica de un hecho. Mediante aquello que desde antiguo se llamó inspiración, sin proponérselo, el escritor rescata de ese territorio arcaico símbolos y mitos que confieren verdad a sus creaciones y que les darán la perdurabilidad de la especie humana. El espíritu puro produce ideas, pero las ideas cambian, y de ese modo Hegel es superior a Aristóteles, pero el Ulises de Joyce no es superior al Ulises de Homero. Los sueños no progresan: dan verdades inmutables y absolutas.

En una carta a un amigo, Karl Marx manifiesta su perplejidad porque las tragedias de Sófocles seguían conmoviendo, a pesar de ser las sociedades modernas tan fundamentalmente distintas. Pero es que los atributos últimos de la condición humana no sufren las vicisitudes de la historia. La muerte no es histórica, siempre el hombre ha sido mortal y seguirá siéndolo, y así también con otras características que constituyen el fondo metafísico del hombre. Estos atributos últimos son los que alcanzan a descubrir y describir los grandes escritores en sus ficciones. Es precisamente por esto que El Quijote vale para todas las épocas y en cualquier parte del mundo. Cervantes es radicalmente español, hasta el punto que es difícil imaginar que pudiera haber surgido en otra parte; pero, al mismo tiempo, revela y enuncia misterios del alma de todos los hombres. Como decía Kierkegaard, más ahondamos en nuestro corazón, más ahondamos en el corazón de cualquier ser humano.

Esta suerte de complejidades es lo que vuelve imposible juzgar razonablemente la obra máxima de Cervantes. Su mente comenzó planeando un "pasatiempo al pecho melancólico", pero su instinto poético logra, finalmente, levantar de entre las ruinas de su protagonista apaleado, escarnecido y ridiculizado una figura imponente y conmovedora.Y no son los ingeniosos y descreídos bachilleres los que se imponen al lector, sino el destartalado hidalgo con su fe inquebrantable, su candoroso coraje, su heroica ingenuidad.Esto es lo que después o hasta en medio de la risa llena de pronto de lágrimas nuestros ojos.

En el último capítulo, Cervantes le hace renunciar a todas las ilusiones y quimeras. Como escritor, intuyo que escribió esta parte con el alma contrita, oscuramente sintiendo que cometía con su caballero la última y más dolorosa de sus aventuras, obligándolo a morir desquijotado, para felicidad y tranquilidad de los mediocres, de los que aceptan la existencia como es, con la cabeza gacha, cualesquiera sean las renuncias y sordideces.
ara mí, el Cervantes de tantas andanzas en pos de ideales frustrados, dolorosamente se auto contempla y humilla en esa escena final, aceptando el acabamiento de su propia vida con honda amargura. Podría pensarse que aceptaba con resignación cristiana la voluntad de Dios. Pero, ¿por qué Dios no ha de querer a los Quijotes? Me atrevo a pensar que Cervantes amó hasta el final al Caballero de la Triste Figura y que, tímida y lateralmente, desplaza sus ilusiones nada menos que al risible escudero, para que su amargura sea más irónicamente dolorosa.

Y así, Cervantes dio cabo a su grandiosa fantasía. Región desgarrada y ambigua, sede de la perpetua lucha entre la carnalidad y la pureza, entre lo nocturno y lo luminoso, campo de batalla entre las Furias y las olímpicas deidades de la razón, el alma es lo más trágicamente humano. Por el espíritu puro, a través de las matemáticas y la filosofía, el hombre exploró el hermoso universo de las ideas, universo infinito e invulnerable a los poderes destructivos del tiempo; aun las poderosas pirámides de Egipto terminan por ser desfiguradas ante el implacable viento del desierto, pero la pirámide geométrica que es su espíritu permanece eternamente idéntica a sí misma. Mas ese orbe platónico no es la verdadera patria del ser humano: es apenas una nostalgia de lo divino. Su verdadera patria, a la que retorna después de sus periplos ideales, es esa región intermedia del alma, región en que amamos y sufrimos, porque el alma es prisionera de su cuerpo y el cuerpo es lo que nos hace "seres para la muerte". Es allí, en el alma, donde se aparecen los fantasmas del sueño y de la ficción. Los hombres construyen penosamente sus inexplicables fantasías porque están encarnados, porque ansían la eternidad y deben morir, porque desean la perfección y son imperfectos, porque anhelan la pureza y son corruptibles. Por eso escriben ficciones. Un dios no necesita escribirlas. La existencia es trágica por esa esencial dualidad. El hombre podría haber sido feliz como un animal sin conciencia de la muerte o como espíritu puro, no como hombre: desde el momento en que se levantó sobre sus dos pies, inauguró su infelicidad metafísica.

Así, Cervantes escribió El Quijote porque era un simple mortal. Tierno, desamparado, andariego, valiente, quijotesco Miguel de Cervantes Saavedra, el hombre que alguna vez dijo que por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida: ¡qué emoción siento ahora, en el final de mi existencia, al ser protegido por su generosa e innumerable sombra!

viernes, 29 de abril de 2011

Sister Helen Prejean Talks to Literal

Patricia Gras (PBS) and Rose Mary Salum (Literal)  talk to Sister Helen Prejean about death penalty and her work through these years




Filmed and edited by: Christina Rivera
 

lunes, 25 de abril de 2011

Discurso de Gonzalo Rojas al recibir el Cervantes



Ahora que el poeta Gonzalo Rojas se nos ha ido, lo recordamos con este discurso que dio al recibir el Premio Cervantes, pero también con los poemas que publicó en la primera edición de Literal, un otoño del 2004. Para leer los poemas con los que inauguramos la primera entrega de Literal, presionar aquí.





Majestades, señoras y señores:

Discursos van, discursos vienen y no dicen gran cosa.
He medido las páginas. No pasaré de diez con letra grande.Ya Cervantes lo dijo todo en esta lengua de nacer y seguir naciendo desde la meseta hermosa hasta los últimos parajes insulares, de los trópicos a la Antártida, y uno debiera entrar en el callamiento este 23 que no es de abril sino de la respiración del mundo. Porque uno dice aire y dice tiempo con respiro temerario y hasta dice eternidad en español, sílaba y más sílaba, del vagido al velorio, y el prodigio sigue creciendo más allá de toda circunstancia por adversa que sea; más allá por ejemplo de la inmolación y del martirio en esos rápidos que el otro día partieron extrañamente de Alcalá.Ser es crecer y eso lo dijo el sánscrito, de tal suerte que cuando somos más bien crecemos.

Pero no procede la alabanza en esta fecha, sino la confirmación de que vivimos colgados del lenguaje, como dijo Niels Bohr, y ese lenguaje es el que respiramos y vivimos a cada instante, lo mismo en la península que en las cumbres andinas o en la vastedad oceánica, o en las grandes ciudades, de los trópicos a los hielos.

No estoy tan seguro de que el juego dé para tanto en el bellísimo Paraninfo como para decir algo nuevo. No hay nuevo. Apollinaire habló con insistencia de le nouveau al empezar el otro siglo. ¿Qué será le nouveau? Un minuto, y se arruga.

Vivimos tiempo que ni se detiene ni tropieza ni vuelve. Soy hijo de minero del carbón y eso lo dije hace doce años, cuando el Premio Reina Sofía, y está escrito que los verdaderos poetas son de repente, y no basta el oficio. La poesía encarna en uno como por azar. También lo dije allí. Te dan la palabra que no mereces y te pones a balbucear el mundo, imantado como en el amor por el encantamiento y el desollamiento. Lo dijera Cervantes: "yo que siempre trabajo y me desvelo
por parecer que tengo de poeta, la gracia que no quiso darme el cielo."

Me remonto a mi mocedad, a esos diecisiete años que andarán siempre en nosotros, me remonto a mi mocedad con epicentro en la Biblioteca de la calle Vivar en Iquique, naturalmente Ruy Díaz de Vivar. En ese Iquique que vino a ser algo así como mi primer exilio, o más bien mi intraexilio en los bordes del Perú. Ahí me veo leyendo todavía sin parar la colección entera Rivadeneira, donde también Darío aprendió a leer a España en profundidad. Ahí debemos andar todavía entre los altos anaqueles, naciéndonos los unos de los otros: cervantinos, quevedianos, gongóricos, teresianos, ¿por qué no?, a la siga de Juan de Yepes, rey del idioma. Pero no sólo a la siga de la clasicidad áurea, sino también de aquellos otros —los cronistas— que escribieron el Nuevo Mundo en esos mismos días, más allá de los mares, los desiertos, los abismos, cuando el Descubrimiento y más acá del Descubrimiento, cuando la Conquista y el gran minuto colonial, que no fue acaso servidumbre sino proyecto de ser. De ser y de más ser como es la libertad y el ejercicio mismo de la poesía. Ahí me veo también leyendo por primera vez la Revista de Occidente, el diario El Sol de Madrid y el Lorca del Romancero gitano, y a los poetas del 27.
"No hay Dios ni hijo de Dios sin desarrollo", dijo una vez Vallejo, el más grande poeta del Perú, genio del mestizaje como nuestra Mistral o nuestro Rulfo, nuestro Darío o el mismísimo Neruda, cuyo centenario está ardiendo estos días en la Patria Grande de Cervantes que es la lengua. Esa Patria Grande que nos une a todos por sangre y por oxígeno, se entiende, desde el Cid al Quijote y más acá.

Cuando hablo de la amarra entre la Edad de Oro y los Cronistas de Indias, estoy pensando necesariamente en los progenitores de la gran narrativa iberoamericana, los Carpentier, los Rulfo, los Arguedas, los Cortázar por ejemplo, y aún en nuestros poetas visionarios: un Huidobro, una Mistral, un Pablo de Rokha, un Vallejo, un Neruda o un Octavio Paz.
Más claro: no es que seamos únicamente libro, somos también imaginación abierta a las grandes mudanzas, y amor, y libertad al mismo tiempo. Todo eso hablando de niñez y reniñez incesante, de riesgo y de coraje.

Ahí vamos en la apuesta. ¿Qué será el 3004 de nosotros, por ejemplo?, ¿el 4004 qué será? Ahí estará otra vez intacto Cervantes leyendo el parpadeo de la historia en el de las estrellas. Leyendo el mundo y releyéndonos. ¿Qué será de él mismo y por añadidura, si se quiere arbitraria, qué será de nuestro Borges y su Aleph, Neruda y su Residencia, Vallejo y su Trilce, Carpentier y sus Pasos perdidos, Huidobro y su Altazor, Darío y más Darío?

De niño aprendí solo, yo solo, que hay que mirar hacia adelante y también hacia atrás al mismo tiempo y no tenerle miedo al miedo. Porque no se me da la sentencia preciosa del gran Eliot: "Te mostraré el miedo en un puñado de polvo." No es para tanto, nunca es para tanto.
Está escrito que los grandes ríos arrastran la sabiduría; el Bío-Bío por ejemplo, que procede de Buy-Buy, vocablo de los aborígenes para designar a esa inmensidad sonora como el Yang-Tze, o el Orinoco, ese mismo Buy-Buy de mis infancias que el otro Alonso vadeara tantas veces allá por los veintitrés de su mocedad, el caballo andaluz todo sudado. Pinto la figura y paro: el verdadero fundador de Chile es él, inventor de su mito en La Araucana, celebrada por Cervantes en el capítulo vi, mito que aún resuena en el Canto General de Neruda. Ahí va esa octava inmortal que más parece un parte clínico de hoy con fecha y hora exacta:

Aquí llegó, donde otro no ha llegado,
don Alonso de Ercilla, que el primero,
en un pequeño barco deslastrado,
con sólo diez pasó el Desaguadero
el año cincuenta y ocho entrado
sobre mil y quinientos, por febrero,
a las dos de la tarde, el postrer día
volviendo a la dejada compañía.

Señoras y señores: difícil enhebrar la aguja lúcida para este barbarofonón. La poesía encarna en uno como por azar. Y es que uno no la merece a la palabra. Se la dan porque se la dan. Será cosa de los dioses, pero también del obseso de ser y más ser que anda en el mísero alumbrado que soy yo mismo, ese otro alumbramiento más allá de la madre, de la niñez a la reniñez, del vagido al velorio, y por ahí cosa más de fisiología que de metafísica, más de animal de instante que de loco de eternidad, aunque siempre hice mías unas parcas líneas de Teresa de Ávila, a unos milímetros de Gabriela.

Tengo una grande y determinada determinación de no parar hasta llegar, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabaje lo que trabajare, murmure quien murmurare, siquiera me muera en el camino, siquiera se hunda el Mundo.

Lo que quiero decir es que encima de los ochenta —ya destemporalizado y desespacializado— sigo intacto, creo que sigo intacto, nadando en el oleaje de las pubertades cíclicas, de encantamiento en encantamiento y de desollamiento en desollamiento. Nada me desengaña y el mundo me ha hechizado, sin insistir en la cuerda de Quevedo. Ni en la de Huidobro que nos hizo viejóvenes para siempre. No paso de aprendiz y el seso no me dio para letrado, ni menos para el fulgor encandilante de estar aquí. Pónganse en mi caso, es que no lo merezco, ¿qué lo voy a merecer?

"Alone", un pontifex maximus de la crítica oficial de Chile, cartero o no pericoloso de las honras, me echó fuera del planeta el 48, cuando mi primer libro; ¿cuál sería ese domingo mercurial? "Al paso que van, dijo, las letras nacionales no prometen nada bueno." Epitafio antes de nacer, la vanidad se cura a la intemperie como las grandes heridas, ¡y además mi libro se llamaba La miseria del hombre! Escarnio pide escarnio, y es bueno que a uno le digan no. No, porque lisa y llanamente no, y basta. Mucho sí te encumbra y te envilece. Ah, y otra cosa en esto de escribir y difundir: demórate demorándote todo lo que puedas, ritmo es ocio y sosiego (y eso lo supo Cervantes como nadie), prisa para qué, laudatio para qué, vitrina publicitaria, publicidad vergonzosa para qué. Este oficio es sagrado y no se llega nunca. Claro, uno cree que de repente dice el Mundo, y puede ser, ¿por qué no?, cada diez, cada cinco, cada tres, cada nunca, ¿por qué no? Se escribe y se desescribe, Kafka, Rulfo, Vallejo incomparable. ¡Y Cervantes, mi Dios!

Y algo entonces sobre el aprendiz interminable que soy yo mismo. Escribo cada día al amanecer cuando el duchazo frío me enciende las arteriolas del seso. Siempre me funcionó el crepúsculo matinal; el otro, el vesperal, mucho menos; será cosa de respiro imaginario. Porque de veras soy aire y eso tiene que ver con el océano del gran Golfo de Arauco donde nací, y también con las cumbres de Atacama donde (allá por mis veinte años) los mineros del cobre me enseñaron mucho más que el surrealismo: a descifrar el portento del lenguaje inagotable del murmullo, el centelleo y el parpadeo de las estrellas.

Permítanme aclarar: yo tenía veinte años y estaba ahí estudiando en una facultad de letras de Santiago capital de no sé qué, a unos metros del gran Huidobro a cuya casa solíamos concurrir algunos jóvenes para oxigenarnos. De golpe se me dio el hartazgo. ¿Hartazgo de qué? De nada, como es el hartazgo; en ese asomo al ser que dice Heidegger. Entonces me aparté de todo y me marché a las cumbres de Atacama en búsqueda de mí mismo como son todas las búsquedas o en busca de mi padre muerto, que casi siempre es uno mismo. Además él fue un minero que venía de mineros, de esos mismos nortes. Así, fui a parar al norte, en diálogo amoroso con mujer, una muchacha limpia y mágica de apellido británico, madre del hijo primogénito. Después, ya libre de academias y vanguardias vanguarderas, el viento de esas cumbres me lo dio todo.

Sé que me repito pero qué le voy hacer. Soy la metamorfosis de lo mismo. Y el país longilíneo es para la risa: se lo da todo a sus poetas: la asfixia y el ventarrón de la puna, el sol hasta el desollamiento, lo pedregoso y lo abrupto, ¡y que lo diga la Mistral!, el piedrerío, lo hortelano y la placidez, el sacudón que no cesa y unas veces estalla cataclístico, la fiereza de las aguas largas y diamantinas, los bosques donde vuelan todos los pájaros, ¡esos bosques!, ¡esa hermosura que nos están robando del Este y el Oeste en nombre de la tecnolatría!, lo geológico y lo mágico de más y más abajo donde empieza el Principio, más allá todavía de lo patagónico y lo antártico. El rey Juan Carlos anduvo el otro día por ahí y alcanzó a ver lo diamantino de lo antártico y sus increíbles proyecciones para otros plazos del planeta. Yo también anduve ahí hace unos años y fundé una escuela para niños en La Villa de las Estrellas. Esto vengo a pedir en la gran fecha cervantina: volvamos al reencuentro de los unos y los otros. Volvamos al rehallazgo en la Villa de las Estrellas.

¡Chile: país vivido! Personalmente yo he vivido largo a largo ese país y no por turismo literario, ¡Dios me libre!, sino por locura y, ya de niño, me fui a morar para siempre a cada uno de sus párrafos geológicos y geográficos, de norte a sur. Pero no soy eso que dicen un poeta lárico o telúrico sino más bien un poeta genealógico de mundanidad, que cree en la doble parentela: la sanguínea y la imaginaria. De eso supo Cervantes como ninguno. Así, por ejemplo, si el minero del carbón don Juan Antonio Rojas me engendró en plena juventud en la ventolera seminal de los ocho hijos al cierre de la primera guerra, también me engendró Vallejo y, ¿por qué no?, Quevedo.

Dos animales literarios por portento especial me deslumbraron en el siglo que pasó, tanto o casi tanto como el genio de Alcalá a lo largo de mis niñeces y mis reniñeces, dos adivinos anarcas y mágicos a la vez hasta las medulas desolladas, como hubiera dicho Quevedo (sin esdrújula), dos esquizos prodigiosos que hablaban solos y no es cosa de niños ni de viejos: Ezra Pound, que hablaba solo; Borges, que hablaba solo; Roberto Matta, que sigue hablando solo. Lo incluyo a Matta en la dinastía porque ese sí es un poeta pura sangre, como Juan Rulfo, aunque ninguno de los dos haya escrito nunca un verso. ¡Ese Matta transgresor —roto y pije a la vez, fino y rajado (como se dice en Chile), allendero como yo, partidario de la justicia hasta las últimas consecuencias como el ingenioso hidalgo, defensor de los humillados y ofendidos, los ametrallados y los mutilados, los desaparecidos y los muertos en el plazo pavoroso del 73, ese Matta que sigue dándole buen oxígeno a la especie! En cuanto a Pound, "galimatías y esplendor" —como lo juzgó alguna vez Octavio Paz—, nacido en Idaho donde dicen que crecen las mejores patatas del planeta (potatoes se dice allá); en cuanto a ese clásico único apaleado por loco en nuestro plazo, cuyos Cantares todavía serán leídos más allá del siglo veinticuatro, a ese tal lo vi o lo intraví en Venecia el 99 bajo la llovizna en la prisa del cimitero de San Michele a medio cerrar, porque ya iban a ser las cuatro y el vaporetto cincuenta y dos que sale de San Marcos no espera. Ahí alcancé a ponerle al acostado bajo el mármol alguna rosa y alguna lágrima —¿por qué no?— y a decirle "Arrivederci. Miglior Fabbro: nos vemos".

T.S. Eliot acertó cuando le puso así en la dedicatoria de su Waste Land (La tierra baldía): "Al miglior fabbro." Al mejor hacedor. Ahí quedó durmiendo el ocioso, al arrullo del tableteo de las aguas.

A Borges, en cambio, lo vi en pie, bastón en mano, en Yale el 81, pero él naturalmente no me vio. Todavía está ahí ¿será el único que no se nos ha muerto nunca? Algo hay en él de resurrecto incesante, como en Huidobro o todavía más en Vallejo, quien es el que más me es, en rigor de abolengo, de los progenitores inmediatos de la centuria que pasó. Siempre hablando de Borges, o últimamente de Neruda, eso de los cien años es cosa peregrina, ¿quién no cumple cien años? Además, qué importan las efemérides engañosas. El tipo está joven y el Aleph está escrito en ese texto genial, como le pasó a Neruda con su Residencia en la Tierra. Lo que fascina a la gente es el renombre y el estruendo de los premios, pero nada más escaso que el ojo de leer. ¿Y Matta? Bueno, él es para mí el relámpago y parece gobernarlo todo con su invención: lo visible y mucho de lo invisible. No sólo es ojo sino galaxia distinta, parto de mundo, alguien que de veras ve de día a las estrellas, como Don Quijote, un alumbrado en fin. Y además, qué modo de silabear el mundo en sus escritos, de vislumbrar el caos primigenio, y cuánto amor por el hombre entero que algún día vendrá después del descuartizado que somos.

De repente estoy en la reniñez y me digo con el gran Horacio de hace dos mil años: "Lusisti satis, edisti satis, atque bibisti. Tempus abire tibi est." Jugaste bastante, comiste romanamente, y bebiste: ¡tiempo de que te vayas!

Vamos cerrando con un texto que escribí allá abajo en la Antártica entre el zumbido y el crujido de los grandes hielos color turquesa, y el silencio que sigue siendo para mí la única voz.
Lo escribí en un rapto casi instantáneo el 93 como una carta al Nadie que anda en lo efímero del hombre. Quiera oírla Cervantes desde la eternidad de los hielos donde no se cronometran nuestros míseros siglos.

Y ahora la última página, la diez como prometí. Se me excuse la asfixia de los versos veloces.
Los leo ahí, sin más:

I

Poca confianza en el xxi, en todo caso algo pasará,
morirán otra vez los hombres, nacerá alguno
del que nadie sabe, otra física
en materia de soltura hará más próxima la imantación de la tierra
de suerte que el ojo ganará en prodigio y el viaje mismo será vuelo
mental, no habrá estaciones, con sólo abrir
la llave del verano por ejemplo nos bañaremos
en el sol, las muchachas
perdurarán bellísimas esos nueve meses por obra y gracia
de las galaxias y otros nueve
por añadidura después del parto merced
al crecimiento de los alerces de antes del mundo, así
las mareas estremecidas bailarán airosas otro
plazo, otro ritmo sanguíneo más fresco, lo que por contradanza hará
que el hombre entre en su humus de una vez y sea
más humilde, más
terrestre.

II

Ah, y otra cosa sin vaticinio, poco a poco envejecerán
las máquinas de la Realidad, no habrá drogas
ni películas míseras ni periódicos arcaicos ni
—disipación y estruendo— mercaderes del aplauso ignominioso, todo eso
envejecerá en la apuesta
de la creación, el ojo
volverá a ser ojo, el tacto
tacto, la nariz
éter de Eternidad en el descubrimiento incesante, el fornicio
nos hará libres, no
pensaremos en inglés como dijo Darío, leeremos
otra vez a los griegos, volverá a hablarse etrusco
en todas las playas del Mundo, a la altura de la cuarta
década se unirán los continentes
de modo que entrará en nosotros la Antártica con toda su
fascinación
de mariposa de turquesa, siete trenes
pasarán bajo ella en múltiples direcciones a una velocidad
desconocida.

III

Hasta donde alcanzamos a ver Jesucristo no vendrá
en la fecha, pájaros
de aluminio invisible reemplazarán a los aviones, ya al cierre
del xxi prevalecerá lo instantáneo, no seremos
testigos de la mudanza, dormiremos
progenitores en el polvo con nuestras madres
que nos hicieron mortales, desde allí
celebraremos el proyecto de durar, parar el sol,
ser —como los divinos— de repente. ~

lunes, 4 de abril de 2011

A New era at the Museum of Fine Arts, Houston

By Rose Mary Salum

Ten years ago, I had the privilege to interview Mari Carmen Ramírez, who was appointed the chief curator of the Latin American Department at the MFAH. Here is the reproduction of that article that was published in 2001. Ten years have passed and Dr. Ramírez and I talked again The current conversation I had with her due to the tenth anniversary of her Department, has been published in Literal´s spring issue 2011.

In May 2001, the Museum of Fine Arts, Houston (MFAH) established the first Curatorial Department of Latin American Art in the United States. This is an especially important event for Latin American culture, as it is the only center of its kind in this country. Although a similar program was created at The University of Texas in Austin in the 1960s, this was only a minor department within a department—it did not enjoy the stature and resources of the MFAH.

“The MFAH´s department is the only Latin American center within a museum exclusively developed and dedicated to the study of contemporary Latin American Art,” explains the center’s curator Mari Carmen Ramírez.

A Museum Evolves
The MFAH was formed in the early 1900s. The first steps to establishing a general collection were taken when the museum acquired pieces from Egyptian, Pre-Columbian, Classic, Greco-Roman and European collections. Eventually, African and Asian pieces were incorporated, but artistic production from Latin America had no real presence or significance.

As the Latino community’s political power and cultural influence grew, the museum’s trustees and director became conscious of the need to include Latin American art in its global collection. In turn, the concept for the Latin American center was established. The center exists for two reasons: one, to acquire works of art for the collection and exhibitions; and two, to create a research center dedicated to surveying Latin artists, movements and trends. The center is designed to complement the Curatorial Department activities and to provide deeper insight and opportunities for advanced research.

In general, art museums in the US do not include research centers. According to Ramírez, this center is important because “right now, the discipline of Latin American art does not exist—it is just emerging. Latin America art does not exist—it is just emerging. Latin American is not taught at universities, and it has not distinct interpretation. Because of this lack of study and exposure, North Americans do not have a clear vision or understanding of its essence. This curatorial project is noteworthy because it includes both educational and research components.”

Global Recognition of Latin American Art
In the 1960s, there was a very important movement which globalized Latin American art. Exchange circuits were created between Latin America, Europe and the United States; exhibitions were presented; scholarships were granted and artists traveled. International art circuits created a demand for artists not only from Hispanic America, but from Asia and Africa as well.

This demand was accompanied by a trend towards the exotic. The gay movement began. Artists like Frida Kahlo—the female victim of machismo who vindicated herself—were recovered. Stereotypes were created—like the idea that all Latin American art is political, and created with brilliant colors and wild themes. Neoliberal trends were in vogue.

In the last 20 years, there has been a considerable increase in Latin American art. In the 1980s Latin American art auctions drove interest in the U.S. In the 1990s, several Latin American artists rose to prominence as their work was exposed to mainstream audiences. The last decade brought a new consciousness for incorporating Latin American art into both local and international exhibitions.

The MFAH has been part of this movement not only through the creation of the Curatorial Department, but also through the introduction of great artists to the American public. Artists like Jesús Rafael Soto, almost unknown in the US is famous in many other parts of the world. So are Argentineans Antonio Berni, Olivia Clark, and Gego, to name a few. Ideally, the MFAH would like to include all of these artists in its core collection, to be seen and admired with the works of Picasso and Matisse.
The museum intends to collect these artists´ works and introduce them along with other 20thCentury artists. “However, it´s important to note, when talking about Latin American art, we are not referring to it as a ghetto of artists,” clarifies Ramírez. “The museum is interested in incorporating Latin American artists into the universal art realm, where they should have been from the very beginning. Not only Latin Americans, but people of all ethnic groups can now appreciate it. Latin American art will soon carry on a dialogue with all other cultures.”

Although the focus of MFAH{s department will be on the visual arts, interdisciplinary projects will also be presented. The museum currently has a Latin American film library with an existing program just introduced last year. The film idea was developed before the center was created. But now there will be a more solid interaction between Latin American films and artists´ retrospectives.

The Future of Latin American Art at the MFAH
The MFAH´s Latin American Department expects to have a large collection of art and several significant exhibitions and publications during the next 10 years. The goal is to develop a consciousness about Latin American artists within the American public. “We hope to not only make it known, but to achieve a sound understanding of it,” explains Ramírez. It is not just about presenting exhibitions, but rather, establishing a solid and sound project that will provide lasting, long-term results. It is our intention to create books, documents and other Latin American publications within 15 years. Ultimately, we expect to achieve a presence.”


First image:
Jesus Soto
400x600
Collection of MOMA, New York

Second image:
Gego, Reticulárea, 1975
Stainless steel wire, 82 x 102 x 7 inches
Collection of Museum of Fine Arts, Houston