Recientemente, la escritora argentina Mori Ponsowy autora de Abundancia, recibió el Premio Internacional de Novela Letra Sur 201: La autora nos concedió una entrevista en donde se abordan temas sobre la anorexia, el libre albedrío y otros tantos que concurren en Abundancia (la cuál se puede conseguir en esta página web )
Rose Mary Salum: Abundancia es una novela que fluye espléndidamente y de forma muy visual. ¿Nos podrías hablar de tu proceso creativo? En una entrevista ya mencionabas que no eres una persona visual y sin embargo, la novela lo es de forma premeditada. ¿Cómo transitas entre la parte racional y la imaginación que todo proceso creativo necesita para concebir un universo tan ajeno a ti?
Mori Ponsowy: Es curioso… desde que se publicó Abundancia tantas personas me han dicho que la novela es muy visual que ahora he empezado a dudar de aquella afirmación mía de que yo no lo soy. ¿Será que siempre fui visual sin darme cuenta? ¿Será que me hice visual de tanto intentarlo? Me parece que yo sentía como un defecto en mi escritura la escasez de descripciones y, por eso, me forcé a describir cada escena tanto como pudiera. Recuerdo estar escribiendo y preguntarme: ¿si una cámara registrara este momento de la historia, qué se vería? Veía las escenas ante mí como si fueran una película. Mi trabajo de escritora consistía, entonces, en contar esa película lo más fielmente posible, sin dejar escapar demasiados detalles. A veces decidía hacer zoom-in: y ahí tienes la escena de la araña y la mosca en la ventana del baño, los ojos amarillos del gusano en el agua, y muchas otras. Pero, claro, hay cosas que el ojo interior ve mejor que el de la cámara: el miedo, la envidia, el dolor, la esperanza. Para describir eso que la cámara no puede ver hay que usar otras herramientas. Sin embargo, también entonces intenté narrar lo que “veía” con fidelidad, manteniendo los ojos abiertos aunque lo que descubriera no fuera agradable. Aunque me asustara.
RMS: En Abundancia subyace un cuestionamiento sobre la libertad. Ahora yo te pregunto, ¿crees que existe la posibilidad de la libertad o somos el producto del proceso natural del universo y el producto de reacciones químicas y físicas de la naturaleza como se sugiere constantemente por las imágenes que utilizas?
MP: Estamos acostumbrados a pensar que somos libres. Creer que somos dueños de nuestros actos es halagador: nos sitúa en un lugar privilegiado del universo natural. Cuando empecé a leer trabajos científicos relacionados con el libre albedrío me indignaba la manera tajante en que biólogos y neurólogos afirman que nuestra libertad es un espejismo. Después, Sapolsky me dijo que consideraba que la libertad no existía, y lo afirmó con tal aplomo, que yo no lo podía creer. Quizá Abundancia sea una rebelión contra eso. ¿Qué sentido tiene la literatura si no somos libres? ¿Cómo puede importarnos y apasionarnos el destino de un personaje si lo que ese personaje representa –nosotros- es el más puro determinismo biológico? Más aún: ¿qué sentido tiene intentar ser mejores personas, enderezar nuestras vidas, cambiar nuestros vicios por virtudes, si no somos libres? Todo eso pensaba mientras escribía. Pero ahora, dos años después de haber terminado la novela, cada vez me convenzo más de que somos hidrógeno, carbono, oxígeno… Electrones nacidos en las estrellas.
RMS: La escritura de Abundancia es ligera y muy ágil. Es una forma de hablar de una sociedad que de desliza en la superficie del lenguaje sin mucho sustento filosófico, sin un sentido claro del futuro. Esta forma de ser, esta supervivencia (constantemente reforzada por los eslóganes de los productos que bombardean la vida de todo individuo) aparece como una actitud muy animal y tú constantemente haces referencia a eso. ¿Podrías elaborar esto?
MP: Muchas veces me pregunto quién nos va a pensar en el futuro cercano. ¿Qué filósofos intentarán explicar este mundo vertiginoso en el que vivimos y que cambia tanto y tanto cada día? Para ser más exacta, la pregunta no es “qué filósofos”, sino: ¿seguirá habiendo filósofos? Veo a los niños y adolescentes abstraídos frente a sus pantallas, con una disminuida capacidad de focalizar la atención debido al multi-tasking, con una capacidad de lectura también disminuida porque cada vez se lee menos profundamente, y, entonces, se me ocurre que en vez de estar protagonizando el ascenso del hombre, estamos protagonizando su descenso a los instintos más primitivos. Los mismos instintos a los que apela la publicidad. Los mismos instintos a los que apela, hoy, la política. Porque la política que nació en la polis, que en algún momento pretendió ser una construcción de ciudadanía, de elevación del ser humano, hoy también se maneja a través de la publicidad. ¿Quién nos piensa, entonces? ¿Quién o qué nos salva? Se me ocurre que una respuesta posible es: el arte.
RMS: En tu página web publicaste un capítulo que nunca llegó al libro, Sin embargo, mencionas “la diferencia entre una línea recta y una línea de forma redondeada; entre puntos que avanzan estrictamente siempre en una misma dirección, y puntos que giran y dan vueltas en el plano, como si bailaran. Me gusta pensar que la diferencia que hay entre una línea recta y una curva es la misma que hay entre la monotonía y la sorpresa.” ¿Abundancia ha sido una sorpresa?
MP: La sorpresa fue que ganara el Premio. Había quedado de finalista en dos premios importantes anteriormente, pero no había ganado y yo empezaba a descorazonarme. ¡Y al fin ganó!
RMS: ¿Podrías compartir cómo surge la idea de esta novela?
MP: Estaba escribiendo una obra de teatro y algunos de los protagonistas eran los mismos de esta novela. Estaba todo muy crudo y me sentía bastante desorientada. Una mañana, de pronto, apareció el texto del primer capítulo. Completo, así, de corrido, como si alguien me lo estuviera dictando. Dejé la obra de teatro y me volqué a la novela. Me di cuenta pronto de que la idea de fondo sería la oposición entre libertad y destino. La ciencia no cree en la libertad, pero el arte y, sobre todo, la novela, no es posible si los personajes no logran cambiar, transformarse, reinventarse.
RMS: ¿Te sucedió con frecuencia en la escritura esa experiencia de que el texto llegara como dictado por alguien que no eres tú?
MP: ¡Lamentablemente, no! Ese dictado fue un anzuelo de esos que te tira la vida como para engañarte, porque ningún otro capítulo salió así de fácil. O, mejor dicho: sí, hubo dos capítulos que también surgieron como dictados… ¡pero después no funcionaban dentro de la novela y tuve que apretar “delete”!
RMS: ¿Cómo vez la literatura argentina en la actualidad ¿goza de buena salud?
MP: Si salud es sinónimo de vitalidad, la literatura argentina está más sana que nunca. Basta entrar a las librerías o comprar cualquier suplemento cultural para ver cuánto escribimos los argentinos. Poesía, ensayos, cuentos, novelas… sólo en Buenos Aires, cada semana, hay decenas de lecturas de poesía. A veces pienso que este es un país donde hay más escritores que gente. Y aunque eso sea una exageración, ciertamente, hay más escritores de los que la cantidad de lectores puede asimilar. Esa, quizá, es la parte poco saludable. ¡Escribimos tanto que para ser leídos necesitaríamos importar lectores! ¿Pero, de dónde? Porque me parece que se trata de un problema mundial: la cantidad de lectores crece aritméticamente, mientras que la de libros publicados parece aumentar exponencialmente. Cabe preguntarse: ¿por qué escribimos tanto? ¿Por amor a la literatura? ¿Por necesidad creativa? ¿Por puro afán de ser leídos?
RMS: ¿Qué libro de la literatura universal o Argentina te hubiera gustado haber escrito y por qué?
MP: ¡Por fin una pregunta fácil! “The Human Stain” de Philip Roth. Y, después: “American Pastoral”, también de Roth. Lo admiro profundamente. He leído esas dos novelas muchas veces y en cada lectura vuelvo a quedarme anonadada por su talento narrativo, la profundidad de su mirada, la compasión tremenda que tiene por sus personajes. El único escritor al que admiro y amo más que a Roth es Joyce.
RMS: La pregunta obligada ¿qué planes tienes para el futuro?
MP: Quiero ser feliz. No todo el tiempo, claro. Ya sé que eso no es posible. Pero quisiera deslastrarme de preocupaciones y tristezas innecesarias. ¿Será posible aprender a ser feliz? ¿Qué piensas? Quiero estar más tiempo sin hacer nada, mirando un árbol. Quiero nadar más, bailar más. Y también quiero escribir más y mejor… ¡y seguir ganando premios!
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