domingo, 21 de noviembre de 2010

XIPE TÓTEC de Thomas Glassford




Para conmemorar el Centenario de la Universidad Nacional, Thomas Glassford ha realizado una instalación in situ que utiliza como soporte la torre del Centro Cultural Universitario Tlatelolco –un hito modernista diseñado por Pedro Ramírez Vásquez para albergar a la Secretaría de Relaciones Exteriores– a un costado de la histórica Plaza de las Tres Culturas, donde tuvo lugar la matanza de manifestantes pacíficos unas semanas antes de iniciarse las Olimpiadas de México en 1968.

Una red intrigante, relativamente invisible durante el día, se enciende como llamas por la noche transformándose en un patrón lumínico tan complejo como la misma historia del sitio. La intervención arquitectónica de Glassford, técnica y visualmente intrincada, cubre las cuatro fachadas del edificio con un velo de diodos emisores de luz rojos y azules. La geometría de la retícula parte de la fascinación del artista por las presunciones culturales acerca de nuevos descubrimientos: formaciones de cuasi-cristales y mosaicos a-periódicos, configuraciones que por definición carecen de simetría traslacional. “Descubiertas” recientemente por científicos occidentales – inicialmente como un enigma matemático– las formaciones de cuasi-cristales se han encontrado en la naturaleza como estructuras subatómicas cristalinas. Después de este hallazgo, un estudiante de física haciendo su doctorado en Harvard fue capaz de reconocer dicho patrón en la arquitectura persa del siglo XV mientras realizaba un viaje en el Irán actual. Su presencia en la arquitectura medieval no sólo dejó perpleja a la comunidad científica, sino que se consideró imposible. La celebración del triunfo de los logros de una cultura sobre la otra es interminable y puede ser entendida como una poética paralela al sitio de la instalación de Glassford, misma que se sitúa en un paisaje urbano cíclicamente definido y profanado por las presunciones de civilizaciones sucesivas. En Tlatelolco convergen los restos de uno de los más importantes conjuntos arqueológicos del Valle de México –el antiguo centro administrativo de más de veinte barrios– y la iglesia virreinal de Santiago Apóstol construida a partir de los escombros de templos aztecas saqueados. También es ahí dónde se encuentra el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco –primer crucero cultural del Nuevo Mundo.

Acertadamente, con el título de la obra, Glassford decide venerar al dios azteca o mexica, Xipe Tótec. También llamado “Nuestro Señor el Desollado” o el “Bebedor Nocturno”. Xipe Tótec se excorió para alimentar a la humanidad, un acto que refleja el desprendimiento de la capa externa de la semilla del maíz antes de su germinación, un acto de rejuvenecimiento. En el mundo azteca, los sacerdotes se ataviaban de las pieles de los guerreros derrotados como un símbolo de renacimiento, de salud y de vida. De la misma forma, Tlatelolco se viste con una nueva piel cuyo sistema capilar resplandece para conmemorar una nueva vida como centro cultural, un faro visible desde cualquier punto estratégico del Valle de México.

Puedes obtener más información sobre el artista en Sicardi Gallery

Thomas Glassford Commissoned to Commemorate the Centennial of the National University of Mexico



To commemorate the centennial of the National University of Mexico (today known as the UNAM), Thomas Glassford has created a site-specific installation that covers the main tower of the new University Cultural Center in Tlatelolco. This—a modernist landmark was designed in 1963 by Pedro Ramírez Vásquez to house Mexico's Ministry of Foreign Affairs. A relatively invisible but intriguing web by day, the work is set aflame by night in a luminous pattern as complex as the history of the site itself.

Glassford’s monumental work is a relatively invisible but intriguing web by day, which is set aflame at night in a luminous pattern as complex as the history of the site itself. The technically and visually intricate architectural intervention covers all fourth marble façades of the building in a red and blue veil of neon-like LEDs. The geometry of the network is based on about new findings: quasi-crystals and a periodic tiling, configurations that by definition lack translational symmetry. Beyond the intricate geometries, however, Glassford was fascinated by the cultural presumptions that shaped recent studies of these forms. In the 1970s, Western scientists, including Roger Penrose, “discovered” these forms—initially as an abstract mathematical conundrum, but then —quasi-crystal formations were found to exist in nature as the crystalline substructures of atoms. However, the story is more complicated: in 2007, a Harvard doctoral student specialized in this field of physics was able to recognized the same patterns in fifteenth-century Persian architecture while traveling in through modern current day Iran in—of all things—fifteenth century Persian architecture. This medieval appearance in “medieval” architecture use of such complex forms, long unknown in the West, not only baffled the scientific community. Cultural biases prevented them from admitting that the Persians had figured it all out half a millennium before.

The never-ending celebration of one culture’s accomplishments over another’s serves as a poetic parallel to the site of Glassford’s installation, situated in an urban landscape that has been defined and defiled by the presumptions of successive civilizations, all of which have converged at Tlatelolco. An important city and market center during the Aztec period, Tlatelolco remains of one of the most important pyramids archeological sites in the Valley of Mexico. Adjacent to the restored pyramids, the church and monastery of Santiago Apóstol, built in the 1530s from the wreckage of razed temples, was also the site of the College of Santa Cruz de Tlatelolco, a center of learning where Franciscan monks imposed Western Christian doctrine on their elite indigenous students, a process that would continue in the following centuries throughout the “New World”. After the construction of the Ministry of Foreign Affairs in the early 1960s, and the erection of a nationalist historical Plaza de las Tres Culturas nearby, the word “Tlatelolco” took on a new and more violent connotation after the historical student massacre took place— weeks before Mexico hosted the 1968 Summer Olympics–when the students were being congregated to start a pacific demonstration against the government. All these events occurred in the shadow of the Ministry’s tower.

Appropriately, the Aztec deity Xipe Totec is alluded to through Glassford’s title. Also known as “Our Lord the Flayed One” or “Drinker of the Night,” Xipe Totec skinned himself in order to feed humanity, an act akin to maize shedding its outer layer in order to germinate—an act of rejuvenation. In the Aztec world, priests wore the complete skins of flayed warriors as symbols of regrowth, fertility and life. Likewise, Tlatelolco has been sheathed in a new skin: its capillaries glow to commemorate a new life as a cultural center—a beacon visible from any vantage point of the Valley of Mexico.

To know more about the artist visit Sicardi Gallery

lunes, 15 de noviembre de 2010

Manfred Max-Neef y su concepto de economía descalza o "barefoot economy"


Traducida al español por Rose Mary Salum

Hace unas semanas, Amy Goodman entrevistó al reconocido economista chileno Manfred Max-Neef. Ahora presentamos en este blog de Literal, la conversación que se dio lugar entre ellos en Bonn, Alemania. La entrevista original en inglés se encuentra en la página de Democracy Now a quien agradecemos el permiso de traducir esta conversación. Manfred Max-Neef ganó en 1983 el Right Livelihood Award, dos años después de haber publicado su libro Economía Descalza Señales desde el Mundo Invisible. El economista comienza por explicarnos el concepto de la economía del descalza.

MANFRED MAX-NEEF: Bueno, es una metáfora, pero es una metáfora que se originó en una experiencia concreta. Yo trabajé al rededor de diez años de mi vida en áreas de pobreza extrema, en las sierras, en la jungla, en áreas urbanas en distintas partes de Latinoamérica. Al comienzo de este periodo, estaba un día en una aldea indígena en la sierra de Perú. Era un día horrible; había estado lloviendo todo el tiempo. Estaba parado en una zona muy pobre y enfrente de mí estaba otro hombre parado sobre el lodo ( no en el barrio pobre sino en el lodo). Y bueno, nos miramos. Este era un hombre de corta estatura, delgado, con hambre, desempleado, cinco hijos, una esposa y una abuela. Yo era el refinado economista de Berckeley, maestro de Berckeley, etc. Nos mirábamos frente a frente y de pronto me di cuenta de que no tenía nada coherente que decirle en esas circunstancias; que todo mi lenguaje de economista era obsoleto. ¿Debería decirle que se pusiera feliz porque el producto interno bruto había subido un 5% o algo así? Todo era completamente absurdo. Entonces descubrí que no tenía un lenguaje para ese ambiente y que teníamos que inventar un idioma nuevo. Ese es el origen de la metáfora “barefoot economy” o economía descalza, que, en concreto, significa la economía que un economista usa cuando se atreve a meterse en los barrios bajos. El punto es que los economistas estudian y analizan la pobreza desde sus oficinas lujosas, poseen todas las estadísticas desarrollan todos los modelos y están convencidos de que saben todo lo que hay que saber sobre la pobreza. Pero ellos no entienden la pobreza. Ese es el gran problema. Y es también el motivo por el cual la pobreza aún existe. Esto cambió completamente mi vida como economista. Inventé un lenguaje coherente para esas condiciones de vida.

AMY GOODMAN: ¿Y cuál es ese idioma? ¿Cómo aplicas un sistema económico o haces que las circunstancias expliquen esos cambios?

MANFRED MAX-NEEF: No, la cosa es mucho más profunda. Es decir, no es como una típica receta que te da alguien de tu país, en donde te dicen "te garantizamos quince clases o la devolución de tu dinero." Ese no es el punto. Deja ponértelo de esta manera. Hemos alcanzado un punto en nuestra evolución en el que sabemos muchas cosas. Sabemos muchísimo pero entendemos muy poco. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tanta acumulación de conocimiento como en los últimos cien años. Mira cómo estamos. ¿Para qué nos ha servido el conocimiento? El punto es que el conocimiento por sí mismo no es suficiente. Carecemos de entendimiento. La diferencia entre conocimiento y entendimiento te la puedo explicar con un ejemplo. Vamos a pensar que tú has estudiado todo lo que puedes estudiar desde una perspectiva teológica, sociológica, antropológica, bioquímica y biológica sobre un fenómeno llamado amor. El resultado es que tú sabrás todo sobre el amor, pero tarde o temprano te vas a dar cuenta de que nunca entenderás el amor a menos de que te enamores. ¿Qué significa esto? Que sólo puedes llegar aspirar a entender aquello de lo que te vuelves parte. Como dice la canción latina, somos mucho más que dos. Cuando perteneces, entiendes. Cuando estás separado, solo acumulas conocimiento. Y esa ha sido la función de la ciencia. Ahora bien, la ciencia se divide en partes pero el entendimiento es completo. Holistico. Eso sucede con la pobreza. Yo entendí la pobreza porque estuve allí; viví con ellos comí con ellos y dormí con ellos. Entonces comienzas a entender que en ese ambiente hay distintos valores, y diferentes principios-- comparados con los que existen allí de donde tú provienes y te das cuenta de que puedes aprender cosas fantásticas de la pobreza. Lo que he aprendido de los pobres supera lo que aprendí en la universidad. Pero pocas personas tienen esa oportunidad, ¿te das cuenta? Ellos ven la pobreza desde afuera en lugar de estarla viviendo desde adentro. Aprendes cosas extraordinarias. Lo primero que aprendes y que los que quieren mejorar el sistema de vida de los pobres no saben, es que dentro de la pobreza hay mucha creatividad. No puedes ser un tonto si quieres sobrevivir. Cada minuto tienes que estar pensando, ¿qué sigue? ¿qué puedo hacer aquí? ¿qué es esto y lo otro y lo otro? Así que el estado creativo es constante. Además, están los contactos, las cooperativas, la ayuda mutua y toda una gama de cosas extraordinarias que ya no se encuentran en las sociedades dominantes, las cuáles, son individualistas, avaras, egocentristas, etc. Allá encuentras exactamente lo opuesto de lo que ves acá. Y es sorprendente porque a veces llegas a encontrar gente más feliz entre los pobres que la que encontrarías en tu propio ambiente. Lo que ya te dice que la pobreza no solo es una cuestión de dinero. Es algo mucho más complejo.

AMY GOODMAN: ¿Qué crees que debamos cambiar?

MANFRED MAX-NEEF: ¡Oh!, casi todo. Somos dramáticamente idiotas. Actuamos sistemáticamente en contra de las de las evidencias que tenemos. Conocemos todo lo que no debemos hacer. No hay nadie que no sepa esto. Especialmente los grandes políticos saben exactamente lo que no se debe hacer. Y aún así lo hacen. Después de lo que pasó en octubre del 2008, tú pensarías que van a cambiar porque se han dado cuenta de que el modelo económico no funciona. Que incluso tiene un alto nivel de riesgo. Es drásticamente peligroso. Y uno se pregunta:¿Cuál fue el resultado de la última reunión de la Comunidad Europea? Ahora son más fundamentalistas que antes. De tal modo que de lo único de lo que se puede estar seguro es de que ya viene la próxima crisis y que será mucho más fuerte que la actual. Pero para entonces ya no habrá suficiente dinero. Esas son las consecuencias de la estupidez humana.

AMY GOODMAN: Si tú estuvieras al cargo de la economía ¿qué harías para evitar otra catástrofe?

MANFRED MAX-NEEF: Primero que nada, necesitamos economistas más cultos, que sepan historia, de dónde vienen, cómo se originan las ideas, quién hizo qué y así sucesivamente. Lo segundo es que un economista se percibe como un subsistema dentro de un sistema más grande que es finita: la biosfera. También entiende que el crecimiento económico es imposible. En tercer lugar, un sistema que entiende lo anterior sabe que no puede funcionar sin tomar en serio los ecosistemas. Pero los economistas no saben nada de ecosistemas. No saben nada de termodinámica, ¿sabes? Nada de biodiversidad. Quiero decir, son totalmente ignorantes con respecto a estos temas y otra cosa así. Realmente no entiendo en qué puede dañar a un economista saber que si los animales desaparecen, él también desaparecerá porque entonces ya no habrá qué comer. Pero él no lo sabe, que dependemos completamente de la naturaleza ¿te das cuenta? Sin embargo, para los economistas que tenemos hoy en día, la naturaleza es un subsistema de la economía. Es completamente absurdo. Además, debemos acercar al productor con el consumidor. Yo vivo en el sur de Chile y ésa es una zona fantástica, tenemos toda la tecnología para la creación de productos lácteos de calidad. Hace unos meses estaba en un hotel desayunando. Noté estos paquetitos de mantequilla sobre la mesa. Tomé uno y descubrí que la mantequilla venía de Nueva Zelanda. Es absurdo ¿sabes? ¿y por qué sucede una cosa así? Porque los economistas no saben calcular costos. Traer mantequilla desde un lugar que queda a 20,000 kilómetros a un lugar en donde se produce la mejor mantequilla bajo el pretexto de que es más barato es una estupidez descomunal. ¿No toman en cuenta el impacto que causan esos 20,000 km de transporte sobre la naturaleza? Por si fuera poco, es más barato porque está subsidiado. Es un caso muy claro en el que los precios no revelan la verdad. Todo tiene un doble fondo ¿sabes? Pero ésos causan mucho daño. Si se acerca al productor con el consumidor, uno comerá mejor, tendremos mejores alimentos y sabremos de dónde vienen. Incluso podrías llegar a conocer a la persona que lo produjo. Se humaniza el proceso ¿sabes? Pero hoy en día lo que los economistas hacen está totalmente deshumanizado.

AMY GOODMAN: ¿No crees que la misma tierra nos forzará a actuar de diferente modo? ¿Estamos llegando al fin?

MANFRED MAX-NEEF: Sí claro. Ya algunos científicos lo están diciendo pero yo aún no he llegado a ese punto. Pero muchos lo creen y piensan que es definitivo: estamos fritos. Dentro de algunas décadas no habrá más humanos. Yo personalmente no creo haber llegado a ese punto, pero si diré que ya cruzamos el primero de los tres ríos. Y si observas lo que está pasando en todos lados, sí es alarmante cómo la cantidad de catástrofes ha ido en aumentando. Y se manifiestan de todas formas: tormentas, terremotos, erupciones volcánicas. El número de eventualidades crece dramáticamente y nosotros seguimos haciendo lo mismo.

AMY GOODMAN: ¿Qué has aprendido en las comunidades en las que has trabajado que te de esperanza?

MANFRED MAX-NEEF: La solidaridad de la gente. El respeto por los otros. Ayuda mutua. Nada de avaricia. Éste es un valor inexistente dentro de la pobreza. Y uno pensaría que allí es donde estaría más presente. Que la avaricia la poseen los que menos tienen. No, al contrario, entre más tienes más quieres. Esta crisis es el producto de la avaricia. La avaricia es el valor dominante del mundo actual. Mientras persista, estamos acabados.

AMY GOODMAN:¿Cuáles serían los principios que enseñarías a los jóvenes economistas?

MANFRED MAX-NEEF: Los principios de los economistas deberían estar fundamentados en cinco postulados y un valor esencial.
Primero: la economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía.
Segundo: el desarrollo es para las personas, no para las cosas.
Tercero: crecimiento no es lo mismo que desarrollo y el desarrollo no necesariamente requiere de crecimiento.
Cuarto: no hay economía que sea posible en la ausencia de servicios de ecosistema.
Quinto: la economía es un subsistema de un sistema mayor y finito: la biosfera. Por ende, el crecimiento permanente es imposible.
Y el valor esencial para sostener una nueva economía debería ser que ningún interés económico, bajo ninguna circunstancia, puede estar por encima de la reverencia de la vida.

AMY GOODMAN: Explica lo que acabas de mencionar.

MANFRED MAX-NEEF: Nada puede ser más importante que la vida. Y digo vida, no seres humanos porque, para mí, el centro es el milagro de la vida en todas sus manifestaciones. Pero hay un interés económico, es decir, uno no solo se olvida de la vida y otros seres vivientes sino, de los humanos. Si recorres esta lista que acabo de mencionar, uno a uno, verás que lo que tenemos ahora es exactamente lo contrario.

AMY GOODMAN: Ve al tercer punto, crecimiento y desarrollo y explícalo por favor.

MANFRED MAX-NEEF: El crecimiento es una acumulación cuantitativa. Desarrollo es la liberación de posibilidades creativas. Cada sistema vivo de la naturaleza crece hasta cierto punto y para de crecer. Tú ya no estás creciendo, ni él ni yo. Pero continuamos desarrollándonos. De otro modo no estaríamos dialogando en este momento. El desarrollo no tiene límites pero el crecimiento sí. Y este es un concepto muy importante que políticos y economistas no entienden. Están obsesionados con el crecimiento económico. He estado trabajando a lo largo de varias décadas y se han hecho muchos estudios. Soy el autor de una famosa hipótesis: la hipótesis liminal, que dice que en cada sociedad hay un periodo de crecimiento económico-- entendido convencionalmente o no-- que trae una mejora en la calidad de vida ; pero sólo hasta cierto punto, el punto liminal, a partir del cuál, si hay crecimiento, la calidad de vida comienza a decaer. Esta es la situación en la que nos encontramos actualmente. Es decir, tu pais es el ejemplo más extremo que puedes encontrar. En una parte de un capítulo de mi libro que saldrá publicado el próximo mes en Inglaterra, titulado La economía desenmascarada-- se encuentra un capítulo llamado " Estados Unidos, una nación en vías de subdesarrollo" la cuál es una nueva categoría. Tenemos el concepto de desarrollado, subdesarrollado y en vías desarrollo. Ahora tenemos el nuevo concepto de en vías de subdesarrollo y tu país es el mejor ejemplo. El 1% de los americanos cada vez están mejor y el 99% va en decadencia y se refleja en todo tipo de manifestaciones. Las personas que viven en sus autos, ahora duermen en sus carros, ¿sabes? estacionados enfrente de la casa que fue suya. Millones de personas que uno conoce han perdido todo. Pero aquellos que especularon, los que trajeron consigo todo el problema, esos están muy bien. Para ellos no hay problemas.

AMY GOODMAN: ¿Entonces, cómo cambiarías las cosas?

MANFRED MAX-NEEF: Bueno, no sé cómo cambiarlas. Es decir, solitas van a cambiar ¿sabes? pero de forma catastrófica. No entiendo cómo no hay millones de personas en las calles de Estados Unidos destruyendo las cosas. Pero podría suceder. No lo sé. La situación es dramáticamente mala. Se supone que es el país más poderoso del mundo. Y a pesar de las condiciones, siguen con sus guerras absurdas gastando billones y trillones. Trece trillones de dólares se especularon y ¡ni un centavo se fue para las personas que perdieron sus casas! ¿Qué tipo de lógica es esa?

CIDA Priority Countries Circa 2009

jueves, 11 de noviembre de 2010

Aproximadamente


Por Miguel Rodríguez Otero


En mi pueblo quedan aproximadamente veinte vecinos, de los que conozco casi todo, según creo: nombre, apodos, muertos conocidos y ocultos, y el acceso a alguno de sus misterios. También me codeo con sus vacas y sus perros, y estoy al tanto de amores, tormentos, aventuras y desengaños de todos ellos, hombres y bestias sin distinción. Los conozco a todos, pero digo aproximadamente porque de vez en cuando y sin previo aviso se va alguno, hombre o perro por igual. Se marcha a perderse, a adentrarse un poco más valle arriba, repitiéndose por los bares que anudan la carretera que lleva a la montaña.
Igual que los chamanes amazónicos, que se preparan ritualmente con hierbas y brebajes que les transportan a otros mundos más espirituales donde poder contactar con sus ancestros, en mi pueblo los hombres que se marchan a la montaña fuman Celtas y Bisontes sin filtro, y se predisponen con orujo hasta un estado de embriaguez que a duras penas les permite distinguir entre su abrigo de borreguillo y su perro. Ignoran las infusiones de hierbas del cura don Basilio, quien aun sin haber estado en la montaña conocía el rosario de bares que, como rito de iniciación, señalan el camino a la misma. De joven quiso ser chamán también él, pero su adiestramiento en el seminario limitó su conocimiento, su práctica o el afán por ambos a hierbas cristianas, tilas y demás tisanas.

Se van a la montaña como los bíblicos se iban al Sinaí, sólo que aquí no hay revelación alguna de dios ni del cartero, que vive un par de bares más abajo, en la misma falda del monte y de la Rosi, sino tan sólo una inmensa soledad. Se van a contactar con esa alma común del pueblo que conocieron de niños, mucho antes de la concentración parcelaria – esta maldita llanura que ha arrasado las selvas de lúpulo de la comarca y aplastado las exuberancias del carácter individual, de forma que lo que ha quedado ahora es un pueblo irreconocible y sin pasado evidente.

Y sobre todo se van para lograr un paso hacia la Argentina y saber de los suyos y de sí mismos, pues tienen intuición geográfica y saben por las cartas que recibieron muchos años atrás que no queda tan lejos del Amazonas. Quizás sea éste el conocimiento que se les revela en la montaña. Se van de vez en cuando para respirar otros aires, para recorrer mundo y acortar sus propias distancias, y husmean cada uno de los bares que – como estaciones de tren andinas – señalan la vivienda más o menos estacional o permanente de otros cuantos viajeros de pueblos cercanos, o de retornados de otras migraciones desconocidas, empapándose de alcohol y de noticias indistintas sobre los conocidos de la comarca. En realidad creo que se van porque no quieren saber a qué ritmo están muriendo. No sé si van buscando un buen lugar para morir, o si oyen interiormente la llamada de la selva amazónica, o la del tango, o qué carajo oyen si se caen de borrachos.

De vez en cuando, hace ya mucho, algún mozo del pueblo emigraba realmente a la Argentina, pero su presencia seguía contabilizándose en el censo vecinal, aunque fuera a modo de espíritu. Se hablaba de él como si fuera a volver o como si quizás no estuviera en realidad tan lejos y fuera a aparecer un día por un resquicio o una grieta de la montaña, como los maquis de la guerra. Muchos van allí, a la montaña, a buscar a los que se fueron, o a explorar ese territorio desde el cual o por medio del cual creen que se llega a la Argentina, en lugar de en barco. Los que quedan subsisten allí, pues, entre la montaña, el pueblo y la Argentina, hablando solos, con sus perros y con sus espíritus, todos ellos viviendo aproximadamente.
Salud.

Miguel Rodríguez Otero cuadernoylapicero@gmail.com